¿Una pandemia zombi? Lección de vida para un 'pueblo malo'

Por Omar S. González

"¿Qué haría el Gobierno de México si los contagiados por Covid-19 no murieran, pero se volvieran zombis?”, preguntaría un reportero en una de las llamadas mañaneras, tal vez el día correcto, podría ser, el próximo 28 de diciembre: Día de los Santos Inocentes.

Aunque parezca estúpido este cuestionamiento —de hecho, lo es —, sería una manera de sacar de su zona de confort a nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador, quien día tras día, de lunes a viernes, se la pasa evadiendo como “torero” experimentado, dando sendos capotazos, las preguntas, muchas de ellas serias, de los periodistas que se dan cita, desde temprana hora, en Palacio Nacional.

Esta absurda pregunta es una hipótesis igual de incongruente que un sinfín de declaraciones que ha realizado el tabasqueño desde que inició la pandemia, incluso de aseveraciones que funcionarios de su gabinete, en especial del subsecretario de Promoción y Prevención de la Salud, Hugo López-Gatell ha hecho. Pronósticos no cumplidos, realizados en mayo y, lamentablemente, superados por la realidad en más del mil por ciento sobre la cifra de muertes por Covid-19 en nuestro país.

Una pandemia zombi es tan ilógica, como los amuletos contra el virus que el presidente mostró, presumió y, en tono de burla, recomendó al comenzar la emergencia sanitaria en México.

Quiero pensar que López Obrador ha intentado reflejar con su actitud que no le teme al “bicho mortal”, pero, al mismo tiempo, sus acciones demuestran que están llenas de soberbia, prepotencia y egoísmo. El afirmar, reiterar y vociferar que la pandemia “está domada” es un acto irresponsable, que llama a la anarquía al “pueblo bueno y sabio” para salir sin ningún respeto a las medidas sanitarias a la calle, mientras miles de personas mueren por este mal.

Lo mismo sucede con su terquedad de no utilizar cubrebocas y llamar a los mexicanos a “usarlo si así lo desean”. Un jefe de Estado debe predicar con el ejemplo, además de no poner en riesgo a quienes asisten a sus conferencias por órdenes del medio de comunicación para el cual trabajan.

La mayor parte del “pueblo bueno y sabio” ha demostrado en esta emergencia su egoísmo al prójimo. Los exhortos de quedarse en casa y no salir de ella sólo si es indispensable, son como los llamados a misa, va quien en verdad tiene fe, en relación a esta pandemia, hace caso quien cree en la autoridad.

En algunos casos, como en la Ciudad de México, su jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, ya olvidó los colores del semáforo epidemiológico, tal vez por presión de la iniciativa privada que sabe que regresar al rojo recrudecería la crisis económica. En estos momentos “hay que vender”, es época navideña, de consumo total. “Se debe ponderar la economía sobre la salud de la sociedad”.

Son señales opuestas, mientras desde Palacio Nacional se pide no salir a la calle, especialmente en la capital del país; el GCDMX mantiene sin restricciones importantes las medidas de contingencia, a pesar de que se encuentra en el pico de hospitalizaciones. ¿Así… cómo?

Nuestro gobierno se jacta de no violar las garantías individuales con medidas extremas frente a la pandemia, pero quienes no atienden las “sugerencias” de las autoridades sanitarias ¿a caso no violan los derechos humanos de quienes sí las siguen al pie de la letra?

Estos nueve meses han evidenciado que el “pueblo bueno” no sabe qué hacer con su libertad, es egoísta y “malo”.

Importante: Este contenido es responsabilidad de quien lo escribe, no refleja la línea editorial del Diario de México.