Carta a México

Por Lina Suso/Paulina Villasuso Villalobos

Querido México,

     Y antes de que veas como ofensa mi trato tan cercano y poco formal, te pido que me comprendas: soy la mujer de mujeres que viven bajo tu cielo y comparto con hombres que han forjado junto con nosotras los delitos a los que te someten en el presente. No me eres extraño, aunque no te comprenda, no me eres ajeno tampoco, a pesar de tus rabietas; en mí se encuentra un cariño que se atiene a la pureza con la que la hija ama a su madre y compadece a su padre. Por eso querido, por eso México de frente, porque yo no pienso negarte ni tampoco solaparte, no eres mi mejor amigo, pero eres un compañero constante.

     México, de tus pieles se desprenden colores que sintonizan en las miradas de blancos, negros, rojos y azules; eres inspiración para artistas y mafiosos; tienes sabores que apapachan el alma y acompañan las lágrimas; eres una poesía en una fiel evolución que no deja respiro alguno porque del soneto sale el romancero y del romancero escupe el verso libre en comidas familiares y manifestaciones callejeras.

     Eres el comienzo de una relación romantizada y la rabia de los años antes del divorcio, no puedes ser nada en medio, te falta sensibilidad para conocer el balance, ese es tu mayor problema; aunque no el único: de tus entrañas brotan mariposas y los gritos de los muertos que deberían de ser vivos; sabes a sangre seca porque sobre las manos de tus gobernantes pesa la avaricia con la que cambian billetes por personas y terrenos; no tienes vergüenza en postularte como pacífico y vecinos con vecinos se muestran las pistolas. Somos México en el mundial, pero hay sociedades de castas cuando se trata de comer o morir hambriento. Sé que como metáfora no existes porque de homogéneo no tienes nada, sé que le estoy hablando a mis paisanos y a los que no me reconocen como hermana, sé que aquí pasan escuchando ecos los encorbatados y los que utilizan limosina. Sé que México somos todos y, sin embargo, México se olvida.

     Me gustaría perdonarte todo, borrarlo de la memoria y empezar desde cero, quitarme la penumbra con la que me enciendes el llanto cada que te veo. Hay algo que me hiere más que todo, o todo me hiere fuerte y esto me mata: ver que mis hermanas son convertidas en números de carpeta que no encuentran paz porque nadie sabe si todavía encuentran vida. ¿Cómo puedes? Si me das una respuesta que me ayude a curar esa herida te compadeceré, el problema es que no la encontrarás porque no hay forma de vivir tranquilo sabiendo que feminicidas mutilan las almas de mujeres que sólo esperan respirar aire sin miedo. Miras, ves, observas y te alejas con el grito desconsolado de las madres, con las marchas de los padres, vas dejando niños y niñas sin su seno como pájaros, migajas cuando comen; ¿cómo puedes? Proclamarte justiciero sabiendo que los que violan a tus hermanas, a tus tías, a tus hijas y tus madres andan sueltos, la paz no se construye en tu superficie porque para que haya perdón tiene que haber sentencia. No lo entiendo, de verdad no lo entiendo. No entiendo cómo permites que toquen el cuerpo de las mujeres que te dan vida, que te dan voz y dejas que arrojen sus almas a expedientes inconclusos que se almacenan en cubículos oscuros sin ventanas que permitan que el grito salga ileso. No entiendo cómo toleras que las niñas pierdan sus infancias mientras se corrompen por las manos maliciosas que también son tuyas. Y me eximo de tu fatídica tibieza y ese es mi mayor problema, porque México soy yo y somos todos y todos toleramos estas tragedias.

     Por eso te propongo un trato, uno comunitario, donde nos unamos cuerpo a cuerpo sin importar quiénes somos, a qué sabemos y cómo nos vemos; esto no es el camino para ser orgullo nacional, esta es la escalinata para comenzar a percatarnos cómo funciona el acuerpamiento. Dirijamos manifestaciones que vayan por lo ancho y lo alto de todo el territorio, un paro nacional que duela en los bolsillos de aquellos que quieren hacernos creer que todo es culpa nuestra. Retiremos escopetas de las calles y obliguemos cambios estructurales en nuestras instituciones; tenemos que generar presión, esa es nuestra chamba, hagamos que suenen más fuerte las voces de las víctimas y compartamos el dolor de quienes no encuentran calor. Cuidemos a nuestras infancias con educación, cariño y alejémoslos de las sustancias que los llevan a estar al frente de batalla. Nuestros niños y niñas son el presente, no el futuro, pero de su bienestar depende que el futuro tenga presente. Ordenemos apoyos a las pymes, no esperemos por un mercado interno, hagamos que suceda ayudándonos hombro con hombro.

     Yo por mi parte te prometo no dejarme corromper por la amargura y los vicios, prometo escribir sobre la gente que tiene voz y no se escucha, haré lo posible por siempre mostrar mi mejor cara y convertirme en una agente de servicio que le permita a mi comunidad sentirse segura alrededor mío. Ante todo, te juro respeto, porque la paz se construye aceptando los límites del otro y comunicando los propios.

     Dejaré que tu tiempo ya no siga corriendo por mis palabras, es momento de liberarte a tus asuntos. Antes me gustaría decirte que agradezco mis memorias que se posan en tus ramas y perdono las heridas que sin pensar me has hecho. Creo en ti como comunidad disidente y revolucionaria, por favor ya no dejes que la sangre derramada siga hablando por tu boca.

Sinceramente,

Una mexicana con afecto y rabia.

Lina Suso


Paulina Villasuso Villalobos. Nacida en 1999, en la ciudad de San Luis Potosí, México. Estudiante de la carrera de Escritura Creativa y Literatura en el Claustro de Sor Juana.
Quiere las lenguas extranjeras, ama el español, los senderos silenciosos y escucha trova de protesta para buscar inspiración.

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