Circunstancias de Lina Suso/ Anden de la narrativa

Por Lina Suso/Paulina Villasuso Villalobos

Los pasos los venimos escuchando desde que se escondió el sol. Primero eran unos tres, nos oyeron toser y se hicieron unos veinte, pura tentativa por lo que el aire escupe. 

La criatura ha dormido todo el día, mis pechos ya no sanan, sangran, y como la sangre no le ayuda a la pobre criatura, hemos comenzado a buscar las alternativas. Delante del barranco de San Ignacio tiene que haber un huerto de algo, ese terreno siempre tiene qué comer.

Veníamos al paso hasta que escuchamos una amenaza en el ambiente, de ahí nos metimos en un pantano para evitar dejar la bota pintada en el piso y para acelerar la llegada al huerto.

Aquí andamos, lentos, con frío, el agua está bien helada, la criatura es la única que viene tranquila, callada, apenas y levanta los ojos; es el hambre, pero ya pronto viene la leche.

Pero pasan las horas y las horas y las horas, y casi va saludando el sol otra vez, y la leche no llega, y la criatura lo resiente, y, como es criatura, sólo puede llorar; un grito loco que pega de la nada, otro y otro, y le digo que se calle con la voz angustiada. Habíamos escuchado la amenaza que ya venía bien lejos. El viejo murmura que la calle y yo le pido que se calle él, más nerviosa todavía. Se sienten cerca. Ya las motos y los caballos vienen bajando el cerro de la Cancha. Y le ofrezco pecho a la criatura y la criatura no quiere pecho ensangrentado, y le imploro con las lágrimas que me salen que me lo acepte, y está el viejo gritando, los perros ladrando, y la amenaza se acerca, y me respira, ya casi en el cuello; y la criatura llora todavía, y la nocturna nos va matando, y las opciones se acaban, y el demonio nos llega y nosotros no podemos. Ni al barranco, ni al huerto, ni a la tierra después de las aguas negras. 

Y respiro bien profundo y pienso y pienso, y tengo una idea, y la idea se me pega a la mente, y la mente no me deja pensar en otras cosas, y volteo al terreno negro que ya se va aclarando, y escucho los pasos, y los pasos se quieren juntar a mí y no lo logran, pero están a punto; y empiezan las tronaderas de pistolas y los gritos de victoria, y yo, que no puedo pensar en otra cosa, volteo al cielo y el cielo arrastra las gotas a la tierra, y yo sólo  le pido a Dios que me perdone; canta el gallo, va susurrando la derrota el mismito aire y sigue la idea clavada en la cabeza. 

Respiro, veo al cielo, le pido a Dios lo mismo que ya le había pedido, que no soy yo, que son las circunstancias; va saludando el sol y al mismo tiempo va guardando silencio la criatura, no por milagro divino, sino por el chupón del fondo de este tanque oscuro.


Paulina Villasuso Villalobos. Nacida en 1999, en la ciudad de San Luis Potosí, México. Estudiante de la carrera de Escritura Creativa y Literatura en el Claustro de Sor Juana.
Quiere las lenguas extranjeras, ama el español, los senderos silenciosos y escucha trova de protesta para buscar inspiración.