Poética de la dieta en 'La costumbre del vacío' de Adriana Dorantes

Foto: CORTESÍA

Por: Francisco José Casado Pérez 

 

El ser humano es dañino por naturaleza. Lo hemos visto serlo con la capa de ozono, con la extinción de animales y plantas, al agotar lo que se creía renovable; ser autor, productor, guionista, director de fotografía, actor principal, de reparto y extra de actos que sobrepasan propiamente la fantasía. Virtud que ha logrado mantener presente a pesar de los siglos, en justa medida, debido a que el ser humano se daña a sí mismo, física, mental y emocionalmente, sin considerar la gradación de los efectos colaterales. 

Hecho previsto por Camus y Sartre respectivamente en sus esferas, mismas que desde entonces han mellado en la manera de abordar y preguntarse sobre el origen y devenir humano; sin embargo, los enfoques han ido casi en lo general, no hacia lo particular, en especial medida sobre el cuerpo, tema al cual nos ceñiremos a partir del poemario La costumbre del vacío, cuarto libro de poesía de Adriana Dorantes (1985) y número 2 de la colección Verso sin fin de LibrObjeto Editorial

adriana

 

Durante la última década, la literatura ha dado un vuelco completo y complejo con la incursión de autoras que han puesto en evidencia la atrocidad humana y sus efectos en la forma de vivir e incluso al replantearse cómo será la vida para las próximas generaciones y la aportación de Adriana no es la excepción. En especial cuando habla desde el cuerpo: la estructura primordial del sustento humano. 

La costumbre del vacío representa una voz a doble anáfora que cuenta lo que significa e implica habitar un cuerpo fuera de la norma estética: gordo; clara contraposición a la novela Hambre del noruego Knut Hamsun (1859-1952). Esto debido a que a la voz poética no le ataca la falta de alimento, sino por el contrario, un autocastigo al que voluntariamente se somete al racionar la comida, al abandono de algunos ingredientes y platillos hasta incluso llegar a la destrucción emocional presente, del pasado familiar al igual que el porvenir en nombre de una estética capitalizada socialmente. 

A solas me duelo por las veces en que me he sentido satisfecha
(La soledad se parece a la saciedad,
es igualmente individual,
in-compartida).
Una voz dentro de mi cabeza es el juez.
He hecho mal.
No merezco la saciedad.
Los gordos no merecemos la saciedad. (Dorantes, 2021, pp. 12-13) 

 

El parabólico diálogo de nuestro caníbal cinematográfico favorito nos remite a Marco Aurelio y los principios, la naturaleza de las cosas, el qué de sí: la necesidad: la codicia. No puede evitarse pensar qué tan cierta es nuestra insensatez dialéctica, atrapada en la representación de un personaje premeditado y construido indirectamente hasta el punto de los golpes de pecho por exigencias impropias que llegan incluso a atentar contra la salud con tal de cumplir, pertenecer, ser aceptado por los otros. 

Cuando eres gorda el peso mismo te va reduciendo a la nada. 
Algo en ti desaparece, pero no son kilos. 
Existes. 
Lo que te mantiene a flote es la vergüenza. (Ibíd., p. 53) 

 

A medida que se lee La costumbre del vacío descubrimos que la poesía de Adriana no es de instantes, es testimonio latente de la insatisfacción fisiológica que ha repercutido social, económica y emocionalmente. Más que anatema al body shaming, la poesía, en palabra de la poeta Lorena Aviña: es definición de una identidad desde la creación que sigue en construcción y que invita a participar del preguntarse a sí, cómo está uno con su cuerpo, cuáles son los criterios éticos para quienes se dedican al cuidado del cuerpo, puede haber un cambio o sólo es cuestión de aceptar el designio socio-genético. Especialmente hacer un recuento de las consecuencias que se tienen, o que bien dice Sarte, nuestra condena a ser libres hacia uno, no con el otro, por lo menos no hasta que alguien tire la primer piedra o se coma la última rosquilla rosa con chispitas. 

libro

Dorantes Moreno, Adriana (2021) La costumbre del vacío. Verso sin fin, 2, México: Editorial LibroObjeto.