Entre estelas y meteoros: la intemperie en Raquel Rivas Rojas

Por Alba Magariño Saynes
Han pasado un par de años desde que conocí a Raquel Rivas Rojas, maravillosa escritora de la diáspora venezolana, autora de ficción autobiográfica con títulos como Inventario para después de la guerra y El accidente, sobre la que he hecho esta reseña que que ni ella ni nadie ha leído, hasta ahora, que comparto estos textos bajo el cielo:
Probablemente, lo que más llama la atención de Rivas, es su capacidad de unir sin unir. No hay, en El accidente, algo que no se haya des-unido (elijo esta palabra en vez de fragmentado, teniendo en cuenta que la imagen de esta última da posibilidad de ver que, anteriormente, todo estaba unido). Lo des-unido arroja una visión rota, hace ya tanto tiempo que no existe unicidad, que no se puede imaginar una completitud previa.
La historia misma lo evidencia. Algo ya se ha roto, los fragmentos ya están dispersos y no hay, claramente, un indicio de algo unido ni, mucho menos, un afán por unirlos. Como ver meteoros en el espacio.
En este sentido, la literatura de Rivas es esta imagen de los meteoros. El accidente vaga en un espacio vacío y silencioso, contenido en el suspenso del acontecimiento sin llegar a ningún tipo de resolución. Basta leer las primeras líneas de la narración: “Vi llegar el taxi y pensé que el chofer se iba a bajar a preguntar una dirección como había pasado antes tantas veces”. Nada comienza, es evidente. Hay una acción que ya se empezó, alguien llega a un lugar desde un auto en movimiento.
Y sin embargo, se une. No para ser la misma pangea. Se une en la polifonía narrativa, en todas esas voces que enuncian lo que ha pasado el personaje principal, y van cayendo (sin prisa) en otra caja que las hace reposar juntas para que los ojos armen esa unión que es ahora. Porque el otro (los otros) unifican a uno. El afuera al adentro, el colectivo al individuo, y viceversa. Siempre viceversa. No hay un fin en nada, ni un inicio. Algo en constante movimiento que sólo se muestra para ser presenciado, como un meteoro que pasa a nuestro lado.

