Cuando el llanto de un bebé cambió la historia

Por María Teresa López Rosales

El llanto de un bebé marcó uno de los avances científicos más importantes del siglo XX, gracias a la Fertilización In Vitro (FIV).

Hablar de la historia de la FIV es hablar de la imaginación. En 1972, un titular de The New York Times afirmaba: “Se hace realidad el mito de Frankenstein”. El artículo no hablaba sobre la novela de Mary Shelley, sino de las primeras etapas de la FIV.

Tres años antes, el investigador británico, Robert Edwards, confirmaba al mundo que la creación de un embrión fuera del útero materno no sólo era posible en el Mundo Feliz, ideado por Aldous Huxley.

La visión de Edwards era apenas el comienzo de una revolución para la biología y la reproducción asistida.

Aunque los primeros experimentos inicaron en 1950 fue en 1973 cuando se lograba un avance importante por parte de los profesores Carl Wood y Jhon Leeton, que reportaban el primer embarazo humano por FIV. Lamentablemente terminó en muerte embrionaria después de la primera semana.

Fue el 25 de julio de 1978 cuando nacía la primera bebé concebida mediante FIV. Era Louise Brown, una niña sana, nacida a las 38 semanas de gestación, con un peso de 5 libras y 12 onzas.

El éxito fue obtenido gracias los doctores Christopher Steptoe y Robert Edwards en el The Oldham General Hospital en Manchester, Reino Unido. A este nacimiento le siguió el de Courtney Cross, el 16 octubre de 1978 y Alastair MacDonald, el 14 de enero de 1979. El profesor Edwards recibiría el Nobel de Medicina por su trabajo hasta 2010.

Desde su implementación, la FIV se ha convertido en un procedimiento común, con un récord de más de 8 millones de bebés nacidos alrededor del mundo. Para muchos, la aparición de esta técnica cambió la historia. Un milagro para unos y un escándalo para otros.

Hoy la FIV vive una nueva era. Desde su creación se han sumado más técnicas que han hecho posible, entre otras posibilidades, conocer el sexo de un bebé, hacer un diagnóstico preimplantacional para descartar anomalías genéticas, y atender casos de infertilidad masculina graves, con técnicas especiales como ICSI (inyección intracitoplasmática de espermatozoides).

Eso desde el aspecto técnico, pero la FIV también vive una nueva era social. Cada vez más mujeres y parejas recurren a este método para formar su familia. Y poco a poco comienza a romperse el tabú.

Desde que Michelle Obama, la exprimera dama de EU, reveló que tuvo a sus dos hijas gracias a la FIV, cientos de miles de voces se han unido para hablar del tema. En Dinamarca e Israel es tan común que cualquier niño que veas por la calle probablemente ha sido concebido mediante este procedimiento.

¿Cuántas historias se viven hoy que no hubieran ocurrido sin la visión (y ambición) de Edwards?

La FIV es de las innovaciones más nobles que la ciencia ha dado al mundo. Gracias a esta técnica de reproducción asistida, millones de personas formaron sus familias. Hay madres que se levantan cada día motivadas por amar y educar a su bebé. Hay padres que dejaron el orgullo y la vergüenza a un lado para enseñarles a sus hijos sobre el valor de la vida.

Después de 41 años del nacimiento de Brown, en esta reflexión sobre el pasado y presente de la Fertilización In Vitro, me sorprende lo mucho que se ha progresado, tanto en el laboratorio como en la conversación social.

La evolución de esta técnica continuará, así como el nacimiento de millones de bebés deseados, nacidos en familias que los aman y valoran por la obra maestra de la biología que son.