El demagogo

Foto: Cuartoscuro

Por Gerson Gómez

Sus frases son el cacaraqueo de una gallina. 

En cada uno de sus espectáculos se muestra como el gran hermano. Les habla de paz y baile. Del gusto guapachoso. De darle sabor y libertad a los cuerpos.

Le entregan la plancha del Palacio Nacional. Cientos de miles le aplauden. 

Más no lo hacen a su trayectoria personal. Sino a la de un conjunto, el colectivo de adolescentes, de inmigración a la gran capital del imperio azteca.

Ya pasó su faceta de punk, de ska, de pachuco y hasta de Tarzán.

Ahora en comunión con la madre tierra. Se esconde en la panza del Tepozteco. A donde sus cantos ancestrales le dictan en náhuatl.

El gran demagogo desconoció a sus carnales. Los madrugó como lo hacen los gandallas. En los registros gubernamentales. Puso el nombre del grupo bajó sus apellidos.

Luego, si están de acuerdo, a los miembros del conjunto, los contrata como invitados. Se lleva la mayor tajada.

Por eso el colectivo, con la desaparición física del corazón creativo, el único educado en academia, no se produjo ningún material en su lejana trayectoria.

Así viven de las glorias pasadas. Sin la necesidad de renovarse. Solo navegar a la deriva. Bajo contratos de proyectos, donde el demagogo musical, con su sombrero de pluma estilo Tin Tan, se lleva con su abogado, la tajada más jugosa.

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