Con tu propio estilo
Por David Somoza Mosquera
“A medida que avance hacia puestos directivos, algunos estilos de liderazgo le resultarán más naturales que otros, moldeados por su personalidad y sus éxitos pasados. Y con el tiempo, su estilo preferido puede convertirse en su marca, esperada por los demás y cada vez más auténtica para usted”.
Esta es una de las conclusiones a la que llega Nihar Chhaya, coach ejecutivo de CEO y líderes sénior de empresas globales, en su reciente artículo When Your Go-To Leadership Style Stops Working. Su planteamiento se refiere a cuando el estilo de liderazgo habitual deja de funcionarle a un líder y es el momento de que cambie y adopte aquel que le es más natural.
Y es que determinar el estilo de liderazgo es clave para el éxito del equipo, la organización y el propio crecimiento del líder. Es por ello que Lian Parsons, escritora y periodista, asegura que: “Una de las cosas que los líderes eficaces tienen en común es un estilo de liderazgo distintivo. Desarrollar tu estilo distintivo es fundamental para desarrollarte como líder. Ayuda a quienes te rodean a saber qué esperar de ti, a comprender cómo trabajas mejor y a reducir la frustración”.
Ahora bien, existen casi tantos tipos de estilos de liderazgo como líderes individuales. Y estos estilos se refieren a la forma cómo gerentes, ejecutivos y líderes deciden dirigir los negocios.
“Estos estilos tienen un impacto significativo en el entorno laboral, la moral del equipo y la cultura empresarial. Comprender qué estilo se adapta mejor a ti es fundamental para maximizar su eficacia y tu potencial como líder”, advierte Parsons en su análisis Cómo sé cuál es mi estilo de liderazgo.
De hecho, no existe una única forma ideal de ser líder. Cada persona, así como sus equipos, organizaciones y empresas, requieren un enfoque propio, aunque existen varias categorías generales de estilos de liderazgo en las cuales podrían encajar muchos gerentes y ejecutivos.
Cada estilo, como bien resalta Parsons, tiene sus propias fortalezas y debilidades. Entre los más comunes destacan:
-Liderazgo autocrático: existe una clara separación entre el líder -muestra rasgos como confianza en sí mismo, motivación e impulso, claridad y confiabilidad- y los empleados y el entorno laboral suele ser muy estructurado y rígido.
La toma de decisiones es rápida y eficiente, muy apropiado en situaciones de crisis, ya que la realiza una sola persona con poca discusión externa. Sin embargo, desalienta la discusión en equipo, limita la creatividad, elimina opciones de colaboración y puede generar resentimiento entre los empleados.
-Liderazgo burocrático: se caracteriza por la jerarquía, pues define claramente las funciones y responsabilidades de cada puesto, establece una cadena de mando específica y, a menudo, cuenta con reglas y procesos establecidos.
Sus ventajas son comprensión clara de los roles, elimina la confusión o ambigüedad en el trabajo diario, hay un trato justo hacia a los empleados y ofrece transparencia de los procesos. Pero desalienta la creatividad y la innovación, es inflexible y difícil de cambiar y puede crear atascos, en vista de que el proceso de toma de decisiones debe seguir una ruta establecida.
-Liderazgo de coaching: este líder adopta un enfoque personalizado; es decir, se centra en mejorar a los empleados como individuos, enfocándose en sus fortalezas y debilidades e invita a la retroalimentación. Tiende a ser compasivo, alentador, solidario, con visión de futuro y emocionalmente inteligente.
No obstante, este estilo implica una inversión significativa de tiempo y energía y el cambio puede ocurrir a un ritmo más lento, lo cual puede resultar contraproducente.
-Liderazgo democrático: estos líderes se caracterizan por su gran capacidad de trabajo en equipo, flexibilidad, adaptabilidad, comunicación y priorizar la toma de decisiones compartida entre los miembros del equipo.
Su estilo hacer que las personas a su cargo se sientan valoradas y con mayor satisfacción laboral y compromiso. En este caso el proceso de toma de decisiones también es más lento y puede generar ineficiencia y confusión si no se gestiona adecuadamente.
-Liderazgo laissez-faire o "dejar que suceda": se basa principalmente en la no intervención, lo que permite a los miembros del equipo trabajar de forma autónoma. Se espera que los empleados tomen sus propias decisiones y resuelvan problemas sin una supervisión excesiva.
Esto fomenta el crecimiento personal, la confianza y la innovación, aunque esta libertad en las tomas de decisiones puede conducir a conflictos sin la intervención del liderazgo y confusión sobre roles y responsabilidades.
Liderazgo visionario: se basa en tener una meta a largo plazo para el futuro y trabajar con otros para alcanzarla. Estos líderes son optimistas, estratégicos, con visión de futuro, motivadores y capaces de formular planes a largo plazo, lo que contribuye a que se cumplan los objetivos previstos inspirando a otros y ofreciendo vías claras para lograr resultados.
Lo negativo de este tipo de liderazgo es que los detalles pueden perderse, la pasión por el objetivo puede pesar más que el aporte de los demás y la motivación puede disminuir si el líder ya no está.
Pero lo que debe quedar claro, más allá de cada una de estas categorías, es que los estilos de liderazgo no están predeterminados. El líder crece y cambia y por es importante esté abierto a adaptar tu estilo si le beneficia a él, a su equipo y a la organización.