Disciplina para tomar decisiones
Por David Somoza Mosquera
Todas las decisiones tienen consecuencias, sean buenas, malas, pequeñas o grandes, inmediatas o a largo plazo, afectando a quien decide y a otros. En el mundo empresarial son el motor que impulsa a cualquier organización, determinando su dirección, crecimiento y éxito. Así que un paso en falso puede resultar costoso.
Sin embargo, en muchas empresas este proceso puede verse contaminado por la impulsividad, los sesgos personales o la falta de un marco estructurado. De allí que sea clave incorporar la disciplina para asegurar que cada elección sea deliberada, informada y alineada con los objetivos estratégicos. Una toma de decisiones disciplinada fortalece la competitividad y fomenta un crecimiento sostenible.
El proceso comienza con un paso que es fundamental: definir el problema, la oportunidad o el dilema que requiere una decisión. A menudo, se abordan los síntomas sin entender la causa raíz, por lo que el enfoque disciplinado requiere establecer métricas claras y cuantificables desde el inicio para saber cómo se medirá el éxito.
Una vez establecido el objetivo, una decisión disciplinada es una decisión informada, que se apoya en datos y hechos, no en suposiciones o intuiciones ciegas. Esto exige una fase de investigación activa y metódica donde se recopilan datos internos y externos. Es crucial diferenciar la información objetiva de las opiniones y los sesgos.
La disciplina radica luego en resistir la tentación de elegir la primera o más cómoda opción. Un proceso riguroso exige explorar múltiples caminos y evaluarlos sistemáticamente mediante la generación y evaluación estructurada de alternativas.
Y aunque es bueno explorar, la disciplina también implica limitar el conjunto final de alternativas a unas pocas opciones viables para evitar la parálisis por análisis. Por lo tanto, la elección de la mejor alternativa debe ser el resultado del análisis ponderado, no un acto de fe.
La disciplina se traslada luego a la ejecución, asegurando que la decisión final esté en sintonía con la misión, visión y cultura organizacional.
Al fomentar una cultura que valora el rigor sobre la prisa, la empresa transforma la toma de decisiones en un proceso de gestión. Esto contribuye a que los esfuerzos empresariales estén siempre enfocados hacia la consecución de los objetivos que le son estratégicos.
