Hidrógeno verde: ¿una solución para América Latina?

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Por Moris Beracha

El Banco Mundial está convencido de que la producción y exportación de hidrógeno verde puede impulsar la economía de América Latina, la cual ha sido duramente golpeada por la pandemia del covid-19. Al extremo de que no solo ese organismo, sino otros como el Fondo Monetario Internacional y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos han asegurado que la crisis sanitaria sumó a la región otra “década perdida” en términos de expansión económica.

Es por ello que en su último informe semestral regional el Banco Mundial sostiene que “alimentar un futuro energético sostenible” es una de las prioridades para que los países latinoamericanos y caribeños regresen a la senda del crecimiento, dadas sus múltiples ventajas.

Ahora, ¿por qué la insistencia del BM en el hidrógeno verde? En primer lugar, porque es una alternativa a los combustibles fósiles que propician el cambio climático. Es 100% sostenible, pues no emite gases contaminantes ni durante la combustión ni durante el proceso de producción y, además, es fácil de almacenar, lo que permite su utilización posterior en otros usos y en momentos distintos al de su producción. Y, en segundo lugar, porque la actual generación de hidrógeno, principalmente a partir de gas natural y carbón, está bajo escrutinio por emitir grandes cantidades de CO2.

Por eso no son pocos los que tienen sus esperanzan cifradas en el hidrógeno verde, el cual se genera mediante electrólisis a partir de energías renovables como la solar, la hidráulica y la eólica. Y, según el informe del BM, la exportación de este combustible limpio desde América Latina es “una vía para la recuperación económica inclusiva, resiliente y verde”.

Tan es así que Janina Franco, especialista senior en energía del Banco Mundial, dijo a la agencia AFP que los países de América Latina “tienen un gran potencial de participar exitosamente en el mercado global del hidrógeno verde debido a su dotación de recursos naturales para producir energía renovable”.

Ella es también de la opinión que ese potencial “puede abrir una gran oportunidad para América Latina de convertirse en región líder de producción de hidrógeno verde, lo cual le permitiría no solo profundizar su propia transición energética, sino también abastecer el mercado de hidrógeno verde en Europa o Asia”.

¿Qué países, entonces, tienen ese “potencial” para ser exportadores mundiales de hidrógeno verde del que habla Franco? De acuerdo con el reporte del Banco Mundial, que cita datos de la Agencia Internacional de Energía, estos son Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Trinidad y Tobago. La razón es que esas naciones pueden ofrecer precios competitivos a los importadores de Europa y Asia.

A esa lista también se suman Bolivia, Ecuador, El Salvador, Costa Rica, Ecuador, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay. Esos 15 países han mostrado interés en desarrollar una industria nacional de hidrógeno verde, aunque no todos exhiben el mismo nivel de desarrollo. 

Mientras Costa Rica, Colombia, Paraguay y Uruguay, cuya generación eléctrica es casi totalmente renovable, muestran “un avance sustancial” en su estrategia de hidrógeno y regulaciones; Brasil, Argentina, México y Perú están en un “proceso naciente”, según lo expuesto por Franco.

A la vanguardia de todos está Chile, el primer país de la región en lanzar su “Estrategia nacional de hidrógeno verde”. Eso fue en noviembre de 2020 y ya cuenta con interesados, tanto nacionales y como extranjeros, en usar este combustible limpio y sus derivados, como el amoníaco, el metanol o los combustibles sintéticos.

Y en un intento adicional por convencer de los beneficios del hidrógeno verde y sus derivados, el Banco Mundial destaca que pueden representar una fuente de ingresos por exportaciones y crear empleos “verdes, locales y resilientes”, en particular en las áreas de producción, transporte y distribución. 

Pero más allá de las ´bondades´, no hay que perder de vista un aspecto crucial que ha evidenciado The Economist en varios de los artículos que ha publicado: “En última instancia el hidrógeno verde es solo electricidad disfrazada”. Y advierte, además, que es carísima —se produce a precios que pueden alcanzar los 8 dólares el kilo— lo que hace que no sea un negocio rentable.

Está claro, entonces, que lo propuesto por el BM no se logra de la noche a la mañana. La transición hacia el hidrógeno verde está llena de grandes desafíos para los países de la región y el mayor reto se puede resumir en conseguir competitividad en los costos de producción y alcanzar precios que permitan desplazar el uso de hidrocarburos por hidrógeno verde.