La realidad saboteando la ficción: ‘Un actor malo’

Un actor malo

Por Jesús Delgado

En ochocientas salas de cine del país se estrenó hace pocos días: Un actor malo, largometraje escrito y dirigido por Jorge Cuchí, quien emprendió este proyecto inspirado por las declaraciones de María Schneider, actriz que acusó al director Bernardo Bertolucci de haber planeado un acto sexual abusivo en su contra, cometido durante la filmación de una escena íntima de la película El último tango en París, por el actor Marlon Brando. Este hecho fue reconocido por Bertolucci, quien admitió sentirse culpable por haber tramado este deleznable acto sin el consentimiento de Schneider, alegando que quería de ella una reacción más real ante la cámara.

Un actor malo comienza con una escena en la que dos personajes, en un carro en movimiento, conversan sobre el amorío que mantienen y que parecen disfrutar, a pesar de la existencia de un tercero que está resultando traicionado. En esta escena los encuadres y el ritmo son equilibrados, sosegados, pero a los pocos minutos una voz fuera de cuadro grita “¡corte!” y descubrimos que hemos sido engañados. Los dos personajes son actores, se llaman Sandra y Daniel, no tienen un amorío, la escena inicial era una ficción dentro de otra, cine dentro del cine.

Es entonces cuando la belleza controlada del drama que se está filmando, dará paso a una trágica “realidad”, y es que la película que veremos a continuación no nos dará tregua. El conflicto mayúsculo se desata cuando Daniel, grabando una escena íntima con Sandra, comete un acto sexual sin su consentimiento, con la cámara rodando y el equipo técnico a su alrededor. Ella no tiene tiempo de reaccionar, ha sido lesionada y violentada. La realidad sabotea la ficción. El arte milenario de la representación escénica resulta mancillado. Los acontecimientos que se desencadenan se muestran en planos filmados con cámara en mano, y quitan el aliento.

El padecimiento de Sandra es contagioso. El número de ocasiones en que le preguntan y repreguntan: “¿Estás segura?” “¿Quieres denunciar?”, o, peor, “¿Por qué no gritaste?”, resulta indignante pero verosímil, lamentablemente.

Fiona Palomo, interpreta a Sandra y es hija del recordado actor Eduardo Palomo. Su entrega es completa y su interpretación impecable. 

Alfonso Dosal encarna a Daniel, muestra un amplio rango, entiende y defiende a su personaje de forma visceral. Su trabajo es creíble y profundo.

El desempeño del resto del elenco es también preciso y orgánico, contribuyendo a que la película funcione, sobre todo cabe destacar el trabajo de Juan Pablo de Santiago, Karla Rodríguez, y Ana Karina Guevara. El director, Cuchí, que gusta de ensayar, investigar, improvisar y trabajar un estilo realista con sus actores, se compromete con la historia que quiere contar, da en el centro de la diana con una película que se siente tan real que genera en el espectador la sensación de haber presenciado, como otro personaje más, un hecho del que no puede sacar interpretaciones a priori, sino que necesita analizar, digerir, mediante un proceso reflexivo.

Cuchí no ha evitado, más bien ha procurado, que la “realidad” en Un actor malo se sienta incómoda, nos de vergüenza, y muchas de las decisiones creativas como los encuadres, la dirección actoral y el movimiento de la cámara apuntan en este sentido. Acertado también el uso de la luz y el color por parte del director de fotografía, José Casillas.

Por su parte, el guión da la sensación de que todo ocurre en tiempo real. Los personajes, movidos por sus objetivos, tienen diferentes posiciones ante lo que ocurre, por lo que el autor ofrece diálogos con argumentos y contra argumentos, en correspondencia con el oficio que desempeñan, el género y la edad de cada personaje. 

Este guión, sólido y meticulosamente estructurado, es también responsable de que la trama se sienta fluida. Su capacidad para que cada evento se perciba como consecuencia lógica del anterior es notable, incluso en el vertiginoso y trágico final, que podría ocurrir perfectamente en la actualidad. Esto último nos permite pensar: ¿Es la reacción colectiva, al estilo Fuenteovejuna, la más justa reprenda al agresor sexual?

Cuchí tiene pulso, no endulza, no permite excesos ni concesiones. Además de escribir y dirigir, participó en la edición y producción, lo que explica la congruencia entre los diferentes aspectos creativos y técnicos orientados para lograr una claridad narrativa, conceptual y estética.

Un actor malo funciona, tal vez solo padece de algunas reiteraciones, lo que no le resta efectividad para conducir al espectador hacia un viaje sin retorno, ya que no sale de la sala igual a como entró. Se sembraron preguntas y se apuntó la lupa, desde la pantalla, hacia una historia que merece ser contada.

Vaya a ver la película mexicana Un actor malo, tiene ochocientas salas para escoger. Nuestra presencia en salas contribuye a que se hagan más películas como ésta y así, eventualmente, la ficción termine saboteando lo más oscuro de nuestra realidad.