Sara Carbonero y el drama de la injusticia reproductiva

Por María Teresa López Rosales

Hace unos días, Sara Carbonero, periodista y esposa del futbolista español, Iker Casillas, anunciaba que padecía cáncer de ovario. Aunque en los últimos días todas las miradas estaban puestas en Casillas y su recuperación después de un infarto, el ojo mediático ahora enfoca a Carbonero y un padecimiento letal y silencioso que afecta a más de 2 mil mujeres en México.

“Esta vez me ha tocado a mí, esa palabra de seis letras que todavía me cuesta trabajo escribir”, expresaba Sara desde su cuenta de Instagram donde compartió la noticia.

Su historia todavía tiene esperanza, pero ha sido una milagrosa excepción. El cáncer de ovario se detectó a partir de un examen rutinario y se tomaron acciones tempranas. ¿Y si no hubiera sido así?

En México, cada año se registran alrededor de 4 mil casos nuevos de cáncer de ovario, que se traducen en 11 diagnósticos diarios, cobrando siete vidas al día. Es más letal que el cáncer de mama y cérvix, y tiene un patrón hereditario de hasta un 30%, según datos de Reporte Índigo.

De acuerdo con el Hospital General Eduardo Liceaga, el 80% de los casos se diagnostican en estado avanzado. La mayoría de las mujeres mueren durante los primeros cinco años del diagnóstico. El caso de Sara Carbonero ha sido excepcional.

La razón principal por la que las mujeres no reciben un diagnóstico temprano se debe a que los síntomas son confundidos con gastritis. ¿Qué hay por aprender? La prevención y el acceso universal a servicios de salud efectivos.

El 28 de mayo se celebra el Día Mundial de Acción por la Salud Integral de la Mujer y el caso de Sara llega puntual para abrir la conversación.

Desde que la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe estableciera el 28 de mayo como campaña permanente, se ha abierto el espacio para promover los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

Un día que nace para reafirmar el derecho a la salud como derecho humano de las mujeres, al que deben acceder sin exclusiones o restricciones de ningún tipo, y en todo su ciclo de vida.

Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada día mueren aproximadamente 830 mujeres en el mundo por causas prevenibles relacionadas con el embarazo y el parto.

A nivel nacional, el derecho a la salud no garantiza que los servicios sean de calidad y oportunos al ser frecuentes las noticias sobre la muerte de mujeres a las puertas de los hospitales, donde no quisieron recibirlas, o porque no hay los recursos o el personal necesarios (Cuarón nos hizo el favor de representarlo en Roma y la historia de Cleo).

La violencia obstétrica es aún un tema pendiente en el país. En el informe “La pieza faltante. Justicia Reproductiva”, del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), manifiesta además: el embarazo adolescente; penalización del aborto; muerte materna, y seguridad social incompleta. Todos son temas por abordar, no sólo el 28 de mayo.

Y si, los organismos de salud internacionales y nacionales tienen una responsabilidad. Pero las mujeres tenemos también nuestra parte. ¿Conocemos nuestro cuerpo? ¿Tomamos en serio nuestra salud reproductiva?

En la adolescencia no recuerdo ninguna clase donde me explicaran que, al presentar mi primer periodo menstrual, debes de acudir al ginecólogo, y es el principio para atender mi salud.

En cambio, ese capítulo lo recuerdo como un tabú, con una carga negativa como si debiera ocultarse. Tampoco me explicaron que entre los 9 y 13 años hay que aplicar las vacunas para prevenir el contagio de Virus de Papiloma Humano (VPH).

Los mensajes más claros eran “no se te ocurra tener relaciones sexuales sin protección”, pero era todo. Nunca tuve una clase donde me enseñaran a hacerme una autoexploración mamaria.

Toca informarse y preguntar. Ser responsables de nuestra salud para que la injusticia reproductiva no llegue a nuestras vidas.