Turismo deportivo

Por Aranxa Albarrán Solleiro

Un olor potenciado se sumerge en los recovecos del hogar, la mesa se infesta de bocadillos. Aparece tras una pantalla del celular de Alejandro, los mensajes que envía un tío a distancia, porque por primera vez en toda la existencia de las transmisiones del deporte americano más visto del mundo, la familia no se reunía.

Años atrás, “por dar un golpe de inspiración tardía”, mencionó Gabo en su novela, los cielos infinitos se pintaban de aviones que volaban de México a la ciudad estadounidense seleccionada como sede del espectacular Súper Tazón.

Se dice que aproximadamente tres mil aficionados mexicanos viajaban anualmente al partido estelar del deporte, dicho así por la Federación Mexicana de Asociaciones Turísticas. Sin embargo, ni Joaquín ni Omar, -quienes tienen todos los recortes de periódico existentes que nombran al equipo favorito del país: los Acereros de Pittsburgh- fueron capaces de accionar el ahorro de tandas que amablemente la esposa de Omar administraba.

En el “Super Bowl” 51 (2017), viajaron a Houston, Texas para gritarle injurias apiladas al ahora considerado mejor jugador de la NFL: Tom Brady. Entender su sentimiento detestable hacia el “quarterback” se atañe al número competitivo de los seguidores de Pittsburgh con la pasión desbordada por los hinchas de Patriotas de Nueva Inglaterra.

Su estancia en la ciudad Texana, por supuesto, tuvo una duración de cinco noches y seis días. Se pasearon por el Sam Houston Park, el Downtown Aquarium y el Memorial Park, no sin olvidar las aventuras desarrolladas dentro de los más de diez bares visitados. El gasto contemplado, sobrepasó los 300 mil pesos. Joaquín enunciaba constantemente un clásico: “para eso trabajo, para gastar mi dinero en lo que quiero.”

Ambos eran participes ilusionados de un turismo deportivo potenciado, el cual por lo menos en Estados Unidos representa alrededor de 200 billones de dólares cada año.

No obstante, arribó la catástrofe y los cambios impuestos por el SarS-Cov-2, que sin tregua afectó no solo los planes de Joaquín y Omar, sino de los miles que destinan sus recursos a este tipo de eventos deportivos, los cuales aún situados en el ojo del huracán, empoderan el afectado sector turístico del mundo.

En el país mexicano, para dar un ejemplo que conlleve al nacionalismo, la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte señaló puntos problemáticos que impiden el correcto desarrollo de un turismo deportivo, de los cuales cito algunos:

  • No hay planificación a eventos deportivos turísticos
  • No hay constancia en la inversión y no hay parámetros que delimiten el por qué se realiza la inversión y de qué montos
  • Los eventos no se escogen por sus “méritos” propios
  • La SECTUR no tenía las facultades para realizar el apoyo directamente
  • La distribución geográfica de eventos está desbalanceada
  • El desarrollo de eventos deportivos se ha realizado, la mayor de las veces, por comunidades entusiastas, con el objetivo de promover su actividad y de recibir un beneficio económico, turístico o promocional, sin contar con experiencia suficiente en la organización o atracción de eventos.

El país mexicano indudablemente, ha sido participe de magnos eventos deportivos como los Juegos Olímpicos de 1968 y el Mundial de Fútbol de 1970, atrayendo consigo un número notable de visitantes extranjeros y además residentes, cuyos desplazamientos eran provenientes del norte, del sur o del centro, puesto que presenciar un partido de fútbol en una Copa del Mundo será siempre gratísimo y memorable. Empero, la mala gestión no solo de eventos, sino de crear el acceso a ellos para el público, especialmente las personas nacionales, representa en su mayoría de veces un insulto, puesto que son casi inalcanzables los precios y las formas de conseguirlos perpetuán la tranquilidad del aura.

Si se contempla no solo lo mencionado anteriormente, sino la difícil gestión de cualquier acontecimiento deportivo abierto al público en el año 2021, México deberá atender creativa y urgentemente las problemáticas redactadas -más allá de las evidentes que se concentran en engrandecer la bolsa de consorcios sin aportar beneficios a los locatarios- y darle luz verde a las agendas saturadas de clubes y agencias deportivas, que por defecto, cree una bifurcación más a la supervivencia turística.

Lo que visualizaron Alejandro y su tío en el recién Super Bowl, no fue nada más que un partido de fútbol durante un 2021 pandémico, con protocolo de sana distancia imposible y un carnaval de cubrebocas obligatorios, que por lo visto, perdona el consumo de bebidas entregadas por más de dos manos y que a pesar de las enaltecidas ganancias, se espera no solo el pronto consuelo del equipo derrotado, sino la efectividad de salir ilesos de sumar un caso más a la lista de víctimas por Covid-19. ¿Tal vez sea la oportunidad de revolucionar al deporte y su efecto turístico?

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