El verdadero prieto power

Foto: EFE

Por Gerson Gómez

No me representa. En ninguno de sus discursos antagonistas. Para subir a reino de la discusión bizantina. México es país mestizo. Cruzado de lado a lado.

Dar matiz político a la diferencia de color llega a destiempo. No es Tenoch, tampoco Yalitza. Una nación educada combate cualquier raíz discriminatoria.

En el norte, las morenas se tiñen el cabello de rubio. Depilan como modas. Los labios ensanchan con bótox. Marcan con pigmentos las cejas. 

La inmigración a las ciudades, del ejido extraviado al caos urbano, se imita el hábito. Agiliza el progreso social a los luchistas y a las visionarias. Envían puntual, cada semana, el giro telegráfico.

Son el eje del sostenimiento de quienes se quedaron atrás, al cuidado de las parcelas improductivas o escapando de las garras del crimen organizado.

Ese es el real prieto power. De la nación profunda. Indígena y rezagada. La de moneda de cambio de los grupos empresariales y los partidos políticos.

Asomarse a la pantalla grande y presumir a Wakanda Forever o Roma como parteaguas, resulta grosero, clasista y miserable.

Olvidar las trayectorias del cine de oro mexicano. Desde Cantinflas, María Félix, Jorge Negrete y Pedro Infante. Las melodías de Silvestre Revueltas o Cri Cri. Los llantos lastimeros de José Alfredo. El ingenio de Tin Tan, Clavillazo, Manolín y Shilisky. Los poemas de Octavio Paz. Los ensayos de Carlos Fuentes. Los cuentos de Juan Rulfo.

El petulante dentista capitalino Hugo Sánchez, en su paso deportivo en el Real Madrid, a quienes los ibéricos le llamaban el indio o sudaca. 

Prieto Power somos todos los mexicanos. No solo los morenos, afromexicanos o comunidades menonitas. Polanco, San Pedro Garza García o Zapopan. Incluso en los pueblos mágicos. Con ese aroma a nostalgia.

Lo siento por Tenoch y Yalitza. La caída del ego, es profunda y dolorosa.
 

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