Por Gerson Gómez

Carece de toda legitimidad para asentir como minoría. Xóchitl Gálvez autocandidata de la oposición pasa por sus minutos de atención. En su estado natal la conocen como la hija del doctor. Beneficiada por la necesidad de sus paisanos.

Cabe en el PRI, PAN, PRD y en hasta Movimiento Ciudadano. No tiene identidad aclarante sobre sus posicionamientos. Salvo el rezongue, el chiste económico y hasta el disfraz en la tribuna.

Es difícil, sino imposible, establecer criterios sobre la lucha política, sus ideales y hasta la capacidad de gestar movimientos populares.

Su entrada y sostenimiento en el sistema, de manera tramposa, cubre varias de las agendas. Mujer, profesionista, de la mediana edad, del interior del país. La falsedad ha sido incluirle como minoría étnica, como indígena.

Tal vez, si realizara el test del dna de ancestry, de los mormones, encontraría algún gen recesivo, no mayor al 5% de algún grupo original de Mesoamérica. 

Xóchitl es el fruto del racismo positivo. Del influyentísimo incluyente, con quienes han manejado los institutos políticos y hasta las negociaciones plurinominales.

Todos los días, vía Twitter, recibe porras de sus ex patrones laborales. La emocionan, la encuerdan, para continuar la parodia de la picardía mexicana.

Xóchitl puede reunir las firmas requeridas, donde los demás se han ido excluyendo. Su mayor contrario, el joven De La Madrid, un virrey con otra imagen y porte.

Donde la mexicanidad de la reina de las flores irá al basurero de la historia, del chascarrillo barato y de la burla de los fieles seguidores.

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