La última plegaria

Foto: Gerson Gómez

Por Gerson Gómez

Cinco días antes. El reloj apocalíptico. En el Foro Pegaso de la ciudad de Toluca. Heaven and Hell. Desde el viernes 2 de diciembre. Hasta el domingo 4. Cien bandas. Seis escenarios. Al aire libre. Quienes pernoctan en tiendas de campaña. El riesgo de lluvia. Las bajas temperaturas.

Platos fuertes. Scorpions, Pantera, Slipknot, Judas Priest y Kiss. En un foro en castellano, Panteón Rococo, Ska-p y el NO de Tijuana. 

Haters. Somos legión. En el trayecto del metal. Desde 1970 con Black Sabbat, Deep Purpule y Judas Priest. Algunas transmisiones en la red de internet. Anthrax con problemas en el audio. En simultaneo el Panteón hace bailar a la multitud de headbanger.

Aquí no hay posers. Sólo el gusto a la vida.

Al cierre. Los headliners del 2023. No está nada mal. La cervecería Modelo se lleva los aplausos.

Monterrey es la ciudad al vapor. Todos los vuelos desde el sábado 3 de diciembre están demorados o cancelados. La densa neblina no cede. Partículas suspendidas de contaminación.

Imecas sin posibilidad de dispersar. Nos ahogamos en nuestro propio ácido. Visibilidad nula. Todos los aeropuertos apuestan las salidas con la mejoría del tiempo. Capricho de la naturaleza. No. Necedad de las industrias. Aquí no hay playa. Tenemos una en Texas. La South Padre Island. Para los fregados Tampico y sus tortas de la barda.

El rescoldo. Monterrey Metal Fest 2022. Martes 6 de Diciembre. Apéndice del Heaven and Hell. Los locales de Avatar y los internacionales de Stryper, Behemoth, Mercyful Fate, Pantera y Judas Priest.

Pocos días antes, se traslada, del Parque Mobil Super, el estadio de los Sultanes, a la arena Monterrey.

Cambio de boletos y contraseñas. El humor involuntario. En la fila quien se mete se lleva y se aguanta. 

A la cola a la cola, esa ruca nos quiere brincar. A ti te pega tu vieja. Fórmese como todos. Ya tengo contraseña. En el jale no te van a dejar salir. Cinco o seis horas. La espera. Los nuevos compadrazgos. Si conoces a alguien te hacen el paro. 

El mismo fin de semana previo, Bad Bunny hizo dos fechas. Sold Out. Hasta el gobernador Samuel y su chabacana esposa, la Marianita, fueron a verlo al estadio BBVA.

Los más desesperados siempre acampan. Llegan en la madrugada. Como los de la tercera edad, los primeros de enero pagan el predial. Les regalan una pantalla plana. Buenos ciudadanos conscientes de sus obligaciones. 

Como quiera todos nos vamos a morir. Hasta el presidente de Banco Azteca, por supuesto.

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La hidra del Monterrey Metal Fest, muchas cabezas ejecutivas. El reloj marcha en forma de guillotina… cada golpe del segundero, desesperante. 

Me van a rebajar el día. Ni modo. Bien vale la pena. 

El bloqueo aéreo comercial. Quienes representaban a Nuevo León en selectivos de Tae Kwan Do ya no llegaron. Del aeropuerto se regresaron a sus casas. A la próxima nos vamos con más días de anticipación, eso no nos vuelve a suceder.
Tic Tac. Tic Tac. Tic Tac.

El cambio de boletera es agónico. Bien lo vale. Ya van de salida los de Judas, dicen. 50 años interruptos. Rob Halford, King Diamond, Michael Sweet y Phil Anselmo, son voces potentes.

Al martes 6, el desvelo. A cuentagotas la información. Un horario, otro horario, seis grupos, un solo escenario. Alguien se debe de bajar. Sacrificio de última hora. El Avatar local. Otra ocasión. Otro foro.

Dos horas antes. En sus redes sociales Stryper, Los chicos celestiales, Amarillo con negro. Informan. 15: 35 horas salen al escenario. El set de 40 minutos, en su segunda visita a Monterrey, sin free, calling on you, always there for you y Honestly.

Eso sí, Los nuevos testamentos vuelan sobre las cabezas, ese es el sello distintivo de su prédica.

Fuera y cambio. 50 minutos para habilitar el siguiente show.

Los polacos de Behemoth, a media luz. Las filas en los accesos populares incluyen resistencia. Si te sales te vas al último, de una puerta a otra.

El santo oficio, los guturales lamentos. Los fotoperiodistas hacen sus mejores tomas, atrincherados en barricada. De dos a tres melodías. Ponte buzo, no pierdas el encuadre, el segundo. 

Quienes programan eventos lo saben… los metaleros son cosacos, vikingos nacionales. Se hidratan con cerveza, alimentan con cerveza, sueñan con cerveza. La cerveza es vida. Segundo punto a favor, cerveza Modelo, en la casa de la Cuauhtémoc. 

Otros 50 minutos de prórroga. Los baños comienzan a parecer letrinas bien iluminadas. 

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King Diamond está jubilado de su franquicia, no así el Mercyful Fate

Aún falta gente por entrar. Discrecionalidad, inteligencia, agilidad, de los trabajos se han venido directo para los últimos tres. 

Entren, entren peregrinos. La parte Escandinavia de Noruega, el hogar de Mercyful Fate, bueno no, King Diamond desde hace años vive en Texas. 

Los clásicos son himnos heréticos. El paganismo es una plegaria, cruces invertidas, corona calzada en la cabeza, el maquillaje blanco corroído al negro. 

Desde la memoria, aquí se viene a disfrutar. Abandonen toda esperanza.

Es legión las voces externas de King Diamond. Lo goza. El público, esa materia humana, es suya.

La última fecha de una gira sin retorno. No hay más. 

Dos cómplices nuevos para Phil Anselmo y Rex Brown, Zakk Wylde y Charlie Benante. Para suplir a los fallecidos Dimebag Darrell y Vinnie Paul, los hermanos Abbott.

Pantera se separó en el 2003. Su Groove metal, Thrash y Death llevan la marca del sur de los Estados Unidos.

Anselmo adolece de materia científica. Tan aproximado a los movimientos supremacistas, fiel a Trump. Distanciado. Sus frecuentes choques de relaciones humanas.

Sin dejar de mascar el chicle, interactúa poco. Alza el puño izquierdo, siempre el izquierdo. Si camina antes en backstage, lo cuidan tres guaruras.

Benante y Wylde, conversan en el pasillo con King Diamond. Se fotografían. La sonrisa es muy natural.

A lo largo de la explanada techada, el sold out es claro. Los pocos meseros no se dan abasto.

Los visuales encendidos. Video. Toma mil. Cae la manta. Pantera. Su segunda fecha. Después del Heaven and Hell en Toluca. 

Solo un momento por cinco segundos se va. Los monitores de Anselmo y compañía no lo perciben. El cierre de Walk algo no suena. Anselmo. Siempre. So sorry. Wylde y Benante, son por mucho, los más expertos en el escenario. También talentosos. El regaño pasa a otro lugar. 
Bautizados en fuego, Moloc, hijos de la tiranía, reacomodan el equipo para los estelares.

Judas Priest. Rob Halford avecindado en Phoenix. Leather clothes. La neblina inglesa fue demasiado. Nada como vivir al sol del desierto, entre sahuaros y arena.

El tiempo fuera. El último equipo de técnicos. Suben, bajan, suben. Cables aquí, monitores allá. El terminar el evento lo clasifican, se envía a los Estados Unidos. 

Baja la cruz modificada. Queda suspendida sobre las cabezas. Los músicos hacen magia. La última cruzada. Cabalgan al interior de la noche. La Harley Davison. Atronadora y potente.

Halford y el septum en su nariz. Negro lustroso. 50 años de trabajo. 

Monterrey Metal Fest es utopía. Barcaza. Caronte lleva a la profundidad de las almas. Proceso al purgatorio.

La fuerte neblina al exterior. Autos empapados. Ya es mañana. Nada será igual.