Mamá estoy volviendo a casa

Foto: Especial

Por Gerson Gómez

Nos enseñaron la limpieza de los actos sencillos. A comportarnos como jóvenes ideales. Personas integras y de una sola palabra. Sus preocupaciones no desaparecen, aun al emigrar el hogar familiar.

A nuestra madre, aún suena a chacoteo, le han compuesto hasta el Brindis del Bohemio. La poesía musicalizada de histrión Enrique Rambal, donde narra a detalle al hijo rebelde y alcohólico. En el retorno al agradecimiento y al hogar de las bienaventuranzas.

Hay distintos ejemplos. Desde la madre abnegada, al estilo chusco y divertido, de doña Naborita con Gordolfo Gelatino. Quien soporta toda clase de peripecias, con tal de ofrecer vida de calidad a su papucho, el hijo de sus extrañas.

Las melodías, a todas horas, de la brasileña Dennise de Kalafe, emblemática versión colmada de calificativos, de la familia sufriente, adecentada por el camino de la virtud de quien compuso la melodía.

Madre solo hay una. Al mexicano todo se le escurre. Menos meterse con la progenitora. Octavio Paz ya lo escribió en el Laberinto de la Soledad, su obra más difundida. 

Hoy todo es recuerdo. Atenciones y premuras. El primer círculo de la familia cierra la cocina. Saca a paseo. Le lleva a degustar sus alimentos preferidos. 

Los comensales, en esta fecha, sufren la peor experiencia en todos los sitios comerciales. Miles tuvieron la misma idea. El registro de filas para entrar enloquece hasta la mente más paciente del planeta.

Comida o vestido. Siempre ha dicho mamá. Nade de enceres. Así llevamos a acción nuestro homenaje en vida. Escalonados y en otra fecha. Serenos, sin prisa. Los hijos, tan distintos y diferentes, respetamos su palabra.

Disfrutamos de sus ocurrencias como persona de la tercera edad. Apoyamos sus oraciones y de los consejos espirituales.

Tengo y mucha, le decimos. Cerramos, con la famosa y satírica frase, mientras ella sonríe.

¡Ahí madre!