La adicción: ¿Homicida serial de grandes artistas?
Por Jesús Delgado
Liam Payne, joven británico ex integrante de One Direction, grupo musical disuelto en 2016 luego de haberse convertido en una de las “boy bands” más exitosas de todos los tiempos; falleció trágicamente en la ciudad de Buenos Aires el pasado 16 de octubre en circunstancias confusas que involucran el abuso de sustancias y su fatal caída de un balcón de la habitación del hotel en el que se alojaba, ubicado en Palermo, privilegiado barrio de la capital argentina.
En un primer momento, la información en torno al caso apuntaba a un suicidio, y luego a un accidente generado al ocurrir una caída involuntaria, siendo un hecho comprobado que el intérprete tenía un estado psíquico alterado por el consumo de diversas sustancias para el momento del fallecimiento, según el informe toxicológico. Ahora, en los últimos días ha cobrado fuerza la hipótesis de que se trató realmente de un homicidio que involucraría a personas que se aprovecharon del estado del artista, con quienes Payne había discutido, y que le habían previamente facilitado los estupefacientes.
La muerte de Payne, a los treinta y un años, se suma a otras trágicas pérdidas de artistas relacionadas con fuertes adicciones, sobredosis o supuestas acciones malintencionadas de terceros que, aprovechándose del estado de consciencia debilitado por el abuso de drogas, pudieron haber influido en estas muertes; tal es el caso de Mathew Perry, actor célebre por haber interpretado a Chandler en la serie Friends ; o de Brittany Murphy, talentosa actriz, cuya muerte genera dudas y sospechas de todo tipo.
La lista es extensa e incluye nombres reconocidos en la industria musical como Amy Winehouse, Michael Jackson, Kurt Kobain, Prince, Whitney Houston, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Elvis Presley, Marilyn Monroe; o recordados actores como Phillip Seymour Hoffman, Heath Ledger, Cory Monteith de la serie Glee, John Belushi, Chris Farley, Bruce Lee, entre otros.
Las adicciones son una causa de sufrimiento, padecimientos y muerte para el ser humano, esto es bien sabido; pero la industria del entretenimiento, de forma especialmente alarmante, parece encontrar en ellas un homicida silencioso, ¿Cuál podría ser la razón?
Según la Doctora Marián Rojas Estapé, psiquiatra especialista en este tema, con la exposición continuada a las drogas las personas adictas se debilitan y ocurre en ellas, primero una neuroadaptación, es decir, resultan alterados los límites entre el placer y el dolor, necesitando sus cerebros la droga ya no para obtener placer, como ocurre en la primera fase de la adicción, sino para evadir una sensación de dolor, que se genera cuando no están en contacto con la droga o cuando bajan sus efectos.
Esta sería la causa por la que los adictos no pueden controlar sus impulsos y deseos, su cerebro resulta alterado y la “oleada de dopamina modifica el sistema de recompensa y disminuye la capacidad de sentir placer. Es por ello que los adictos sienten menos alegría en las recompensas naturales. Consumen únicamente para salir de ese sentimiento de tristeza”, afirma Rojas Estapé.
Los cerebros de los adictos, al consumir de manera continuada sustancias con dopamina (la hormona del placer), carecen ya de la posibilidad de sintetizarla correctamente. Lo cual explicaría la razón por la que muchos artistas que parecen, a ojos de un simple mortal, tener vidas perfectas, con millones de admiradores, éxito, dinero, belleza y privilegios, no logran satisfacer sus expectativas y reciben los estímulos de forma diferente, teniendo dificultades para encontrar placer de forma natural.
Los grandes artistas, además, suelen ser personas especialmente sensibles, con tendencias a percibirse solos o incomprendidos, frecuentemente gozan de altos ingresos económicos, y tienen la posibilidad de ser tanto alabados como cuestionados por muchas personas constantemente, todo lo cual parece ser un caldo de cultivo que los acerca a las drogas alucinógenas, ofreciendo inicialmente una promesa de “escape” o “alivio”, pero que termina resultando en todo lo contrario, ya que como afirma la Dra. Rojas Estapé: “Un adicto pierde la capacidad de gestionar su vida y le resulta más fácil abandonarse a las drogas que lidiar con su vida”.
En el presente, la adicción a la dopamina es un riesgo de salud pública, y ésta no solo puede ocasionarse por drogas duras, fármacos, alcohol, nicotina, sino también, según diversos expertos, por estímulos constantes dopaminérgicos, provenientes de los videojuegos, las redes sociales, la pornografía, las aplicaciones para encuentros sexuales, entre otras. Todas tienen potencial, en mayor o medida, para alterar nuestro cerebro y afectar la forma como percibimos la realidad, exponiéndonos a riesgos de salud, pero también a la imposibilidad de seguir disfrutando de estímulos naturales generadores de placer, que ya no nos parecerán divertidos.
Por estas razones, resulta importante la información y una profunda reflexión sobre el tema, de forma individual, colectiva, escolar o familiar, acompañada de una verdadera empatía con las personas adictas quienes, según la gravedad de sus casos, pueden tener difícil la sanación total, pero en todos los casos es posible. Siempre existe la posibilidad de recibir ayuda profesional y controlar la adicción antes de que sea demasiado tarde.
También el tema es propicio para valorar nuestras existencias y aprender a relativizar los placeres y sufrimientos propios de la vida, dejando de idealizar circunstancias como la fama, el dinero, la belleza, o el éxito profesional, ya que como con frecuencia afirman quienes los poseen en abundancia, no son boletos automáticos a la felicidad, y mucho menos, si no se tiene real consciencia de nosotros mismos o de lo que nos rodea, que es siempre lo que nos mantendrá los pies sobre la tierra.
En este sentido, Mathew Perry afirmaba en su libro autobiográfico Amigos, amantes y aquello tan terrible, publicado el año anterior a su fallecimiento lo siguiente: “No dudaría en intercambiar lugares con mis amigos no famosos, o con el tipo de la gasolinera que está a una cuadra de mi casa; cambiaría de lugar con ellos sin pensarlo, y para siempre, tan solo para no ser quien soy, para no ser como soy, para no estar para siempre atado a este aro de fuego. Su cerebro no quiere matarlos. Ellos siempre han dormido bien por las noches”.