Por qué estarías mejor si tus finanzas fueran un desastre

Foto: Apionid

Por Edith Esquivel

¿Cómo están tus finanzas? ¿No andan tan mal? Tal vez sería mejor que empeoren. 

Veamos el ejemplo de Ricardo. Ya está harto de las deudas y de no poder contestar el teléfono ni salir a gusto de su casa sin toparse con algún acreedor. Un día está en medio del cumpleaños de su hija y toca a la puerta un cobrador muy grosero que le grita enfrente de todos los invitados. “¡Si no me paga voy a venir todos los días!”, vocifera antes de que Ricardo le dé un portazo en la cara. Su hija se encierra en su cuarto dando un portazo y al día siguiente regresa a casa llorando por el nuevo apodo que le pusieron sus compañeritos de la escuela. 

Ese día se enciende un foco rojo en el cerebro de Ricardo que no se apagará hasta que esté seguro de que este mal momento no le volverá a suceder nunca más. Le tomará tiempo y esfuerzo, pero su deseo de vivir en paz es tan fuerte, que nada lo detendrá. 

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¿Has visto la película Intensa-Mente? Te la recomiendo. Los personajes son las emociones básicas: feliz es amarilla, triste es azul, enojo es rojo, asco es verde y miedo es morado. Ellos viven en el cerebro de una niña, donde hay un tablero de controles. La emoción que la niña siente en un momento dado es la que está a cargo del tablero. Pero cuando el dolor es demasiado intenso como para soportarlo, suena la alarma y todas las luces rojas del tablero comienzan a encenderse. Entonces la niña entra en acción hasta lograr de nuevo el equilibrio.

Lo que pasó durante la fiesta de cumpleaños fue el disparador de todas las alarmas de Ricardo. El tablero en su mente se llenó de focos rojos y por eso decidió poner manos a la obra. Buscó consejos en Internet, contrató a un asesor, realizó un plan, se apretó el cinturón durante dos años, y ¡se liberó de deudas por completo! Pero como no quiere volver a ver a un cobrador jamás en su vida, fue más allá y empezó a ahorrar e invertir. Cada año se acerca más y más a la libertad financiera. 

Ahora la situación de Ricardo es mucho mejor que la de su hermana Jacinta, que siempre está medio endeudada, pero no lo suficiente como para que le invadan el cumpleaños de sus hijos. En el largo plazo, el dinero se irá convirtiendo cada vez más en un obstáculo para Jacinta. Las finanzas “tolerables” la harán sufrir durante décadas y la dejarán en una situación muy penosa cuando llegue a la vejez sin suficiente salud para trabajar, pero sin suficiente dinero para dejar de trabajar. Su hermano Ricardo, en cambio, tranquilamente se retirará a los cincuenta años. 

La paradoja del “no está tan mal”
El ejemplo anterior es perfecto para entender la paradoja de la región Beta. Es un fenómeno acuñado por Daniel Gilbert en este artículo titulado: “La peculiar prolongación de las cosas que no son tan malas”. Describe cómo a veces las personas pueden recuperarse más rápidamente y mejor de experiencias extremadamente malas, mientras que experiencias apenas aceptables pueden perdurar durante toda la vida sin que hagamos algo para mejorarlas. 

Tocar fondo desencadena procesos de defensa psicológicos que una situación mediocremente mala no desencadena. Quizás esta paradoja es la razón por la cual muchos de los expertos en finanzas tienen pasados terribles con el dinero. Por ejemplo, Omar de Educación financiera debía 800 000 pesos antes de convertirse en gurú de inversiones. Después del trauma de vivir ahogado en deudas y con carencias, se encendieron todas las alarmas en su tablero y no solo salió adelante, sino que convirtió a las finanzas personales en su mayor fortaleza. 

Otro ejemplo de la paradoja sería tener una pareja que te trata muy mal todos los días. El sufrimiento es insoportable y por eso es más probable que la dejes y busques iniciar una relación con alguien que te trate bien. Pero imagina que estás con una persona que solamente a veces te trata mal y se disculpa y luego de un tiempo lo hace de nuevo, pero te regala flores y jura ser mejor, para luego volver a lo mismo más adelante. Posiblemente te quedarás con ella mucho más tiempo, pues las incomodidades de la separación podrían parecer un poco más latosas que la medio mala vida que llevas. 

A veces, las cosas medio malas te impiden encontrar la causa de un problema. Por ejemplo, hace años sufría de migrañas de vez en cuando y no tenía idea de la razón. Cuando empecé a comer sopas instantáneas todos los días, la migraña también me visitó a diario, así que no pasó mucho tiempo para que dedujera que los culpables eran los conservadores. En ocasiones, es la intensidad de un problema lo que te permite atar cabos y encontrar la solución. 

Sin embargo, esperar a que las cosas empeoren en tu vida para hacer algo al respecto no es lo mejor, y te diré por qué. 

Los problemas de una vida pasable
Pero, ¿cuál es el problema de tener una vida pasable?

Ciertas situaciones “bah” que no te motivan a cambiar pueden acumularse con el tiempo y tener fuertes impactos negativos en tu salud física y mental. Al efecto acumulativo sobre tu bienestar agrégale la posibilidad de que los problemas medianamente malos se vuelvan verdaderamente malos sin que te des cuenta. 

La adaptación hedónica juega un papel en estos casos. Entre más tiempo vives una situación insatisfactoria, más te acostumbras a ella. Y cuando te acostumbras a algo, las luces rojas del tablero no se encienden. 

Esto también se explica con el síndrome de la rana hervida. Te explico: si pones a una rana en una olla hirviendo, la rana va a saltar rapidito hacia afuera. Pero si la metes a una olla con agua templada y vas subiendo poco a poco la temperatura, la rana no notará nada y pronto tendrás sopa de rana hervida para la cena. ¡Guácala! ¡Yo paso!

Nos sucede igual que a la rana. Podemos adaptarnos a situaciones dañinas que jamás aceptaríamos si nos encontráramos con ellas de golpe, pero caemos en la trampa porque el cambio es gradual. Solo así puedes explicarte que haya personas que pesan 200 kilos. No despertaron un día con obesidad mórbida y dijeron: “Me encanta tener diabetes, hipertensión y menor esperanza de vida”. ¡Claro que no! Los gramos fueron sumándose poco a poco y por eso la luz del tablero nunca se encendió. 

¿Qué se puede hacer al respecto?
Comprender esta paradoja es de mucha ayuda si te comprometes a identificar y actuar para cambiar los problemas verdaderamente peligrosos que se esconden en la región beta. 

Aparta un rato cada semana para reflexionar sobre un área de tu vida. Pon atención a lo que tus emociones te están diciendo, lo que te dicta tu intuición, aquellas cosas que te hacen sentir un poco intranquilo. Puedes incluso investigar sobre el tema para conocerlo mejor. 

Una forma de adquirir conciencia sobre una situación que por ahora parece inofensiva es buscar activamente el testimonio de personas que ya hayan pasado por lo mismo. Puedes hacer una investigación en línea donde seguramente hallarás cientos de testimonios. 

También puedes buscar personas cercanas que puedas visitar para platicar al respecto. Por ejemplo, ¿sabes qué se siente llegar a la vejez sin una pensión? ¡Seguramente hay gente dispuesta a contártelo!

Para saber si el problema merece tu atención, hazte las siguientes preguntas: 

1.      Si dejo todo como está, ¿el problema se volverá permanente? Con el tiempo, la mayoría de los problemas se vuelven permanentes o son casi imposibles de ser superados. 
2.      Si dejo todo como está, ¿el problema crecerá? 
3.      Si dejo todo como está y el problema se vuelve permanente, ¿me quedo sin alternativas? ¿Las alternativas se van reduciendo con el tiempo también? ¿Las alternativas me gustan? 
4.      Si dejo todo como está, ¿cómo se verá afectada mi calidad de vida en el futuro si surge cualquier eventualidad? 
5.      Cómo afecta esto mi calidad de vida hoy mismo. 

Para obtener el efecto deseado con el ejercicio, estas preguntas deben ir aparejadas con una visualización negativa. Consiste en imaginar todas aquellas consecuencias a las que tu situación podría llevarte. Por ejemplo, si tienes deudas, imagínate llegando endeudado a la edad de retiro. Las alternativas para pagar podrían ser desagradables como, por ejemplo, vender tu casa. ¿Cómo sería perderla? ¿Qué pasaría si sufres una enfermedad y no tienes dinero para operarte? Visualízate sin casa, viejo y enfermo trabajando de cerillo en un supermercado. Entre más detalles agregues, mejor. Para que no tengas que tocar fondo en el mundo real, toca fondo en tu imaginación. Enciende las luces del tablero antes de que suceda una crisis. 

La visualización negativa te ayuda a detectar los riesgos más apremiantes pero ocultos en el presente para reducir las probabilidades de que se hagan realidad en el futuro. No se trata de convertirte en una persona ansiosa o temerosa de todo. Al contrario, la visualización negativa es una técnica estoica que se usa desde hace miles de años para combatir los efectos de la adaptación hedónica. Puede ayudarte a tomar acción hoy y tiene una ventaja más: sirve para apreciar lo que tienes en este momento. Imaginar una pérdida es una forma de darle perspectiva a tu vida. ¡Inténtalo!

Di “no” a las finanzas regulares 
En el caso de tus estrategias financieras. ¿Te sientes cómodo con la cantidad de dinero que estás ahorrando? ¿Estás satisfecho con tu nivel de cultura financiera o sientes que andas un poco a ciegas cada vez que inviertes? ¿Consideras que tu estrategia financiera actual está completa o hay varios aspectos que necesitan tu atención?

Para guiarte en tu decisión, Derek Sivers recomienda la siguiente regla: Si tu respuesta no es “Definitivamente sí, me siento bien con cómo están las cosas”, entonces la respuesta es un “no”. 

Escribo sobre finanzas porque un área muy importante de la vida que suele ser ignorada hasta que es demasiado tarde. El dinero no “va y viene” para siempre. Hay buenas rachas que nunca se repiten. Hay grandes oportunidades que jamás regresan. Entre más pronto adquieras cultura financiera, mejor aprovecharás las ganancias para que te sostengan en los malos tiempos.

Para identificar lo que se oculta en las regiones beta de tu vida, hazte muchas preguntas y si tu respuesta es: “No está tan mal” quizás llegó la hora de hacer un cambio. 
 
¿Recuerdas algún momento en que hayas caído muy bajo para luego volar muy alto? Cuéntame en los comentarios.