Por Karina Gallardo, analista senior
Estamos ya en el último tercio del sexenio de la “Cuarta Transformación”. Es innegable que al día de hoy han habido muchos cambios, la mayoría de forma. En el fondo, la inseguridad, el mediocre crecimiento económico, la construcción de infraestructura, siguen más o menos igual.
En términos económicos el vaso parece pintar medio vacío, la inflación está infrenable y es posible que suba aún más hacia final del año, a pesar de los esfuerzos del Banco de México por contenerla. Las presiones inflacionarias golpean también a Estados Unidos y Canadá, dando cuenta de una potencial crisis global.
La incertidumbre deviene en desconfianza de inversionistas nacionales y extranjeros, limitando aún más la recuperación económica post-pandemia. Las cifras en creación de empleos, están por debajo de lo estimado, salvo en estados como Tabasco o Quintana Roo, en donde se construyen obras insignia como la Refinería de Dos Bocas o el polémico Tren Maya, sobre las que pesan muchas dudas aún.
Súmele a eso un alza en los índices de violencia y el latente cuestionamiento de la eficiencia de la estrategia de seguridad del gobierno, así como el constante impulso a medidas que eliminan o fusionan organismos y dependencias gubernamentales reduciendo aún más la eficacia del gobierno.
Además, seguimos viendo un interminable desfile de reformas administrativas, regulatorias, y cambios de personal en instituciones de gobierno, que dificultan la construcción de relaciones estratégicas para operar sus negocios.
Por todo ello, es vital para aquellos que pretendan operar de manera eficiente en México, desarrollar agendas robustas de relacionamiento y cabildeo para anticiparse a los inminentes riesgos, identificar oportunidades, y prepararse para dos años más de este gobierno que prometen ser aún más caóticos que los anteriores. En próximas entregas hablaremos más de los cambios que han llegado con la Cuarta Transformación y cómo pueden las empresas prepararse mejor para enfrentarlos.
