Los límites (¿absurdos?) del coleccionismo (último de 3)

Foto: Especial

Por Francisco X. López

A finales de los 90, muchos lectores se alejaron del medio y la industria parecía ir a la baja, pero el cine llegó al rescate. Con los avances en imágenes generadas por computadora, finalmente las adaptaciones mostraban lo que los fans querían ver y millones de nuevos seguidores conocieron a los superhéroes. 

No compraban cómics, pero sí la mercancía licenciada. La nueva lógica era pensar en quiénes compran boletos de cine y la especulación tomó nuevo impulso. Ahora era vital conseguir las historias en las cuales se basaban las cintas y aquellos ejemplares donde aparecían, por primera vez, los personajes, los conocidos como key issues. Los viejos cómics comenzaron a cotizarse cada vez más y apareció un nuevo y lucrativo nicho. 

Certified Guaranty Company (CGC) se fundó en 2000 y creó un sistema de valoración, que se convirtió en el estándar para los coleccionistas: un código de colores y una escala del 0.0 al 10.0 que establece el costo estimado para determinado ejemplar de acuerdo a sus condiciones. Todo esto sustentado por el nuevo fetiche de los fans, el encapsulamiento. 

Para encapsular un cómic, primero debe graduarse. Un panel de expertos certifica su autenticidad y valor, otorgándole una calificación y se procede a colocarlo entre dos piezas de resina de poliacrilonitrilo, un polímero que impide por completo la entrada de gases y líquidos, deteniendo el deterioro del papel. Algunos se someten a procesos de planchado, blanqueado, extracción de humedad y restauración, así la apariencia general mejora y el valor del objeto se eleva. 

Una vez colocado el ejemplar, se incluye una etiqueta con los datos. título, número, año de publicación, autores, eventos importantes que suceden y sobre todo, la calificación. 

Al principio, sólo los cómics más raros y valiosos se encapsularon, pero este procedimiento es cada vez más común, incluso para ejemplares nuevos, pues se busca conservarlos en condiciones casi perfectas esperando que aumenten su valor. 

Si sumamos que desde meses antes se sabe que va a pasar en las series, gracias a los catálogos de venta, tenemos miles de ejemplares que se ordenan desde un inicio con graduación y encapsulado. Sumemos a esto que varias tiendas ofrecen ediciones especiales o limitadas, con autógrafos certificados y, sobre todo, con portadas variantes. 

Todos estos cómics que jamás se leerán, jamás se tocarán, su destino es esperar a algún comprador que desee tenerlos a cualquier costo. Mientras tanto, los lectores, el verdadero corazón del mercado, deben sufrir con precios cada vez mayores y con la sorpresa de que algunos cómics no se pueden comprar porque ya fueron apartados por los especuladores. hay que esperar segundas o terceras ediciones, en algunos casos las recopilaciones en pasta dura, pero estas, no tienen valor, quienes compran esto no son “verdaderos fans”. 

En febrero de este año se dio a conocer que un fragmento de portada de un Action Comics #1, un pedazo de papel de apenas unos dos centímetros cuadrados, se iba a subastar. Parecía ridículo, pero al final el precio alcanzado fue de 7 mil dólares. Y si esto no fuera suficiente, algunos comerciantes han rescatado cómics prácticamente destruidos y conseguido la certificación de autenticidad para poder vender trozos de papel roto, pero que cumplen el sueño de poseer un pedacito de historia. 

Los coleccionistas ya no sacan sus cómics de cajas de cartón y bolsas de plástico para presumirlos ante sus amigos, quienes asombrados descubrieron historias y personajes. Ahora exhiben orgullosos sus piezas encapsuladas y certificadas a través de las redes sociales. 

¡Cómo cambian los tiempos!