Entrometido en muertos

Foto: Pixabay

Por Mike Volta

No solo la gente muere… hay pérdidas particulares muy íntimas, que vivían ocultas en frágiles trincheras protectoras de las batallas internas de la mente… Aún entre los vivos; ausencias presentes infaliblemente; algunas inexplicables, otras aparentemente imperceptibles y por lo mismo llegan a ser devastadoras. 

Mueren, pero no desaparecen…

Obvio que muchas vivencias quedan selladas para siempre con la muerte, ya sea en el permanente “olvido” auto provocado dada su inconveniencia y que se asoma como un bandido recurrente y presente en el personal recuerdo, pero, no necesariamente en la superficie nostálgica del hoy; sino que trasciende también por el final de una amistad, de una relación, de una deliciosa complicidad oculta, o vínculo de negocio; o el fin de un local favorito de comida, de una costumbre familiar, de una casa que se visitaba y se recuerda y hoy son ruinas… de la niñez, de la juventud; de las cosas que tristemente mueren en el sacrificio de la evolución y avance tecnológico, y al cambiar; que bien sabemos que no volverán, y que nos dan una sensación de volvernos pequeños, frágiles… seres prescindibles.

Quizá muchos pretendemos valientes renovarnos en épocas de almas expuestas, llegar hasta incluso tener incomodidad por extrañar una conjunción de sinergia en éxtasis inexplicable, que llega a vivir en la mente y los recuerdos; hasta ser sencillamente vencida y cubierta por el manto de las insulsas experiencias nuevas numerosas y en el momento irrelevantes.

Se nace y se muere día a día; impulsando diariamente las intenciones, pero incendiando y traicionando incluso esas ganas de gozo mundano incomprensible de proponer a quienes deberían quizá ser cómplices en la espiral de la faena maestra, el truco, el gran número esperado para aderezar con recuerdos de oro, los horribles e insípidos escenarios de las rutinas. 

Las almas visitan la ofrenda y atraviesan nuestros cuerpos, buscando ansiosas encender la chispa que les devuelva en forma efímera la fuerza y energía cósmica suficiente para transmitirnos el auténtico mensaje del sentido de la vida, preparar la propia muerte y su lógica de pasar sin dolo. Como un atardecer maravilloso, como una fácil aceptación de una voluntad ajena, superior e implacable. 

Esa voluntad que no siempre distingue la llamada lógica de la vida y llama por igual, como una orden irrefutable, indiscutible, inexplicable… sin diferencia  a cualquiera que tenga vida, sin reparar siquiera en la secuela de dolor provocada por las circunstancias nefastas del imperativo momento de la fatal tragedia, en una calle, en una montaña, en el mar, en un asalto, en un accidente, en un descuido o por la peste.

El tiempo pasa y deja huella. Hay estrellas que no volverán a brillar. El tiempo deja tiernas alegrías que vale la pena recordar.

Muchos, sin morir aún, estamos muertos para los que ahora son extraños porque no nos, o no los necesitamos más; porque egoístamente se ha reducido o ampliado esa zona de confort., extinguido el interés o simplemente desvanecido la circunstancia que permitía la unión, que parecía tan fuerte como una promesa. 

Al final muriendo es como nacemos… a la vida eterna. 

Hay muchas muertes en la vida, cuida de lograr trascender la tuya, antes de que al liberarse decida por ti la ruleta implacable y muchas veces injusta del Kraken!!

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