80 años del Capitán América (segunda y última parte)

Foto: Marvel

Por Francisco X. López

Irónicamente, el héroe creado para combatir la supremacía aria, tenía las características físicas de la raza superior, un soldado alto rubio, epítome de la capacidad física, fruto de la experimentación (prácticamente la eugenesia), usando un traje basado en la bandera defendida por su ejército y, sobre todo, defensor de la ideología política de quienes lo crearon.

En la película de 2011, le veíamos servir de motivación no sólo a los soldados sino a sus compatriotas que donaban su trabajo y dinero en forma de bonos de guerra, para financiar al ejército que liberaría al mundo. Los cómics invitaban a los niños a unirse a los Centinelas de la Libertad, jurando solemnemente defender sus principios y ayudar al Capitán América a combatir a los espías y los enemigos de la Independencia, pagando una inscripción de 10 centavos.

Con los Estados Unidos involucrados en la Segunda Guerra Mundial, Steve Rogers enviaba mensajes claros y atemorizadores a sus lectores, a través de sus charlas con Bucky: “Hay que comprar bonos de guerra como si nuestra vida dependiera de ello, porque literalmente así es”. Se convirtió en una herramienta de propaganda y con la victoria aliada la amenaza nazi se terminaba y sólo quedaba enfrentar a villanos comunes, mafiosos, ladrones y asesinos.

Los escritores creaban agentes y espías alemanes que conspiraban aún después de la derrota; incluso, Cara Roja seguía buscando restaurar el Tercer Reich; pero la historia les daría nuevos enemigos en la forma de coloridos supervillanos y extraterrestres, así como políticos corruptos y traidores.

El gran patriota era un personaje colorido, como cualquier otro, incluso sus aventuras tenían la consultoría (o supervisión) de un psiquiatra del Departamento de Educación. En 1949 el cómic cambió de título a Captain America’s Weird Tales y después de dos meses dejó de publicarse con el número 74.

Cuatro años después, el Capi regresó con el título de destructor de comunistas, luchando contra el nuevo fantasma que atemorizaba a los estadounidenses: los soviéticos. Esto sólo duraría tres números, pues la serie se canceló y el héroe americano cayó en el olvido hasta que uno de sus creadores lo regresó a la vida.

En 1963, Jack Kirby, junto a Stan Lee, estaban creando un nuevo universo de superhéroes y con la experiencia de revivir a Namor, en Los 4 Cuatro Fantásticos, decidieron incorporar al patriota olvidado en su nuevo equipo de estrellas, Los Vengadores, que ahora tenían la voz de la conciencia, la voz del estilo de vida americano.

Desde entonces, el Capitán se enfrentó a intrigas y enemigos que reflejaban las situaciones y thrillers políticos de la época, y terminó convertido en un cliché, un anacronismo que enfrentaba a dictadores cósmicos y nazis futuristas e incluso fue víctima de las drogas. Ya en el siglo XXI, Steve se presenta como la voz de la cordura, de la verdad y de la conciencia, señalando incluso los yerros y corruptelas de su gobierno y los héroes que lo apoyaban a ojos cerrados, como Iron Man, lo cual le costó la vida a manos de su novia y algo aún peor: regresar de la muerte para ver su historia replanteada como un agente durmiente de Hydra y por ende un traidor.

Ochenta años después, la gran pregunta sigue siendo, ¿un superhéroe que se subordina a un gobierno y a un ejército puede ser un héroe para el resto del mundo o al final la conciencia cívica y el sentido humanista están por encima de las lealtades aprendidas?

El Capitán América sigue siendo un símbolo, pero uno usado a conveniencia de los escritores en turno. El ser un patriota ¿tiene algún significado hoy en día?