¡Elimina el estrés financiero dominando los 5 usos del dinero!
Por Edith Esquivel
Hace meses estaba en una fiesta, y en lugar de cantar y bailar como se debe, me puse a preguntarle sobre sus finanzas a un pobre incauto. Me dijo que no tiene ahorros, y cuando le pregunté qué haría en caso de alguna emergencia me respondió:
“Pues pido prestado a un par de bancos. No pasa nada si no pago, tú lo sabes”.
Ya no quise debatirle porque en ese momento empezó la tortura del karaoke.
Efectivamente, no puedes ir a la cárcel en México por deudas, a menos que se compruebe que creaste un esquema de fraudes. Sin embargo, tampoco es tan fácil como decir “no pasa nada si no pago”. Sí pasa algo. Los cobradores te pueden acosar en tu casa y por teléfono. Con algunos tipos de deuda te pueden embargar bienes, retener parte de tu nómina o ir a cobrarle a tu aval. Ya no puedes heredar con tranquilidad una casa.
Pero lo que más me llamó la atención de esta “estrategia” para sobrellevar alguna emergencia, es que esta persona quizás no está contemplando el aspecto psicológico de las deudas.
A veces actuamos como si nuestros actos financieros no tuvieran ningún impacto en nosotros. Y nada más lejos de la verdad. Consideremos en este momento el impacto psicológico y emocional de nuestras finanzas.
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Hace unas semanas vi una entrevista al científico social y estudioso de la felicidad Arthur Brooks. Es profesor de Harvard, columnista y autor de varios libros. Habló sobre uno de sus artículos publicado en The Atlantic titulado: “Por qué estamos mejor si no pedimos prestado”. La frase que más me gustó es: ¿Quieres comprar la felicidad? Espera a tener el dinero.
Supongamos que ya tienes el dinero. Después de los gastos básicos de supervivencia, hay 5 cosas que puedes hacer con él:
- Comprar cosas
- Comprar experiencias
- Comprar tiempo
- Regalarlo o donarlo
- Ahorrarlo e invertirlo
Una de esas cinco cosas no genera bienestar duradero. Pero tu cerebro insiste en centrarse ahí.
Comprar cosas
Arthur Brooks explica que los humanos evolucionamos como una especie social jerárquica tropical. Inventamos los abrigos y ahora podemos vivir en lugares fríos, pero escapar de nuestra naturaleza jerárquica social es más difícil. Tenemos una tendencia nata a querer aumentar nuestro estatus en la comunidad. ¿Y cómo se puede lograr con rapidez? Con cosas que dejen claro a los demás que tienes más de lo necesario para sobrevivir y para reproducirte. Eso puede atraer a una pareja. Y aunque no estés buscando pareja, la búsqueda de estatus es subconsciente y no le importan tus aspiraciones románticas.
Creemos que al adquirir estos símbolos de estatus vamos a ser felices, pero no sucede así. Y entonces pensamos que el problema es que necesitamos algo más grande, visible o costoso. Es un cuento de nunca acabar, pero la buena noticia es que al hacernos conscientes de este instinto, es posible cambiar nuestro comportamiento.
Yo he visto a muchas personas arruinadas por tratar de vivir como el cuñado extranjero que gana en dólares, los compañeritos ricos de los niños (en una escuela carísima que no puedes costear), o los vecinos acaudalados. También he visto gente acumular fortunas porque ganan mucho pero gastan poco para no desentonar con sus amistades o familiares.
Aspirar a vivir, estudiar y trabajar rodeado de personas con mayores ingresos podría hacerte sentir pobre sin serlo. Tu sensación de riqueza no depende de una cifra, sino de cómo resulta la comparación con los que te rodean. Por lo tanto, una forma efectiva de controlar el gasto en símbolos de estatus es cuidar los círculos sociales en que te mueves.
Somos el promedio de las cinco personas que más frecuentamos. Si todos tus amigos pasean una bolsa de marca y se ponen bótox cada tres meses, será difícil ser la única persona del grupo que no lo hace. Es más fácil buscar pertenecer a comunidades de menor ingreso o donde el estatus se obtenga de otra manera. Mi grupo social es un club de escritura, donde pierdes caché con faltas de ortografía y lo ganas con cuentos redonditos e interesantes. Mi visión del mundo está muy influenciada por este grupo social, y en lugar de despertar por las mañanas deseando un auto nuevo, despierto pensando en cómo escribir un cuento nuevo.
En el libro El hambre, de Martín Caparrós, el autor nos describe algo que presenció en Níger, uno de los países más pobres del mundo. Un hombre joven, en una economía de autoconsumo muy castigada que le daba para alimentarse él y su esposa únicamente, tenía cuatro amigos. Ahorró suficiente dinero para comprar un arado que le ayudaría a aumentar su producción en el campo, pero todos sus amigos estaban consiguiéndose una segunda esposa. Podía comprar el arado y mejorar su situación o dar la dote para otra esposa, pero no tenía idea de cómo podría alimentar una boca más. Contra toda lógica, tomó una segunda esposa. Pero antes de criticarlo, recordemos que todos hemos cometido errores financieros para encajar en un grupo. Solo que a ese nivel de pobreza, los errores pueden ser mortales. No compramos esposas, pero compramos cosas que no necesitamos todo el tiempo. Y quizás no nos quedaremos sin comer mañana, pero podría esperarnos un futuro donde no nos alcanza para medicamentos o gastos indispensables para tener una respetable calidad de vida.
En resumen, te conviene buscar pertenecer a círculos sociales donde sean preponderantes los hábitos de acción y creación y no los hábitos de consumo.
Comprar experiencias
Comprar experiencias para disfrutar con las personas que más quieres abona a tu bienestar. A veces elegimos las cosas por sobre las experiencias, porque creemos que las cosas son permanentes y a las experiencias se las lleva el viento. Sin embargo, esta lógica no aplica en la práctica. En la vida real, solemos olvidarnos de las cosas, pero no de las experiencias.
Piénsalo: ¿atesoras más los recuerdos de una cosa o de un viaje? Yo no podría describirte cómo era el sillón que me compré cuando salí de la universidad, pero sí recuerdo con precisión el viaje de festejo de graduación que hice con mis amigos. Ahí decidí invitar a salir a mi ahora esposo. Lo cierto es que almacenamos los recuerdos, los reconstruimos y los hacemos parte de nuestra historia o incluso de nuestra identidad.
Esto no significa que debemos dejar nuestra cuenta en ceros para llenar la vida de experiencias costosas como viajes de lujo, conciertos o cenas en restaurantes elegantes. Como expliqué en este artículo, la dopamina en nuestro cerebro tiene límites, y más nos vale no excederlos. Maximizar el placer no es sinónimo de maximizar experiencias. Adicionalmente, las experiencias requieren tiempo y dinero, es decir, requieren de la acumulación de dinero. Y las experiencias requieren de una cosita más: ciertos niveles de salud. Puedes leer un libro casi en cualquier momento, pero si quieres subir una montaña no deberías esperar a cumplir 90 años para intentarlo. Hay un tiempo ideal para vivir las experiencias que quieres en tu vida.
Comprar tiempo
El tiempo es un recurso no renovable. Puedes ganar más dinero, pero no puedes crear más tiempo. Adicionalmente, el tiempo no es igual en cualquier momento de la vida. Nuestros niveles de dopamina se reducen con los años. Durante la adolescencia tenemos más receptores de dopamina en el cerebro, y esto significa que sentimos más intensamente durante la juventud que cuando llegamos a la edad mediana.
Cuando éramos niños todo nos entusiasmaba, todo se nos antojaba, todo queríamos. Al observar a las personas mayores podemos notar que no se entusiasman con la misma facilidad. Hay ciertas actividades que de no hacerlas en la juventud, probablemente ya nunca tendrás ganas de realizarlas. Por eso es importante no posponer indefinidamente las experiencias que valoramos. Como se plantea en el libro Morir con cero, de Bill Perkins, convendría hacer una lista de actividades que deseamos hacer y luego meterlas en una “cubeta” que represente un rango de edad ideal para su realización. Subir la montaña entre los 35 y los 40; festejar un cumpleaños en grande con la familia entre los 40 y los 45 para que tus papás puedan asistir todavía con salud; leer La guerra y la paz entre los 45 y los 65, porque a esa edad no crees necesitar lentes todavía.
Hay varias formas de comprar tiempo. Una de ellas es contratar a otras personas para que completen actividades que no disfrutamos, mientras aprovechamos esas horas para hacer lo que nos gusta.
Pero también se puede comprar tiempo a través del ahorro y la inversión. Cuando trabajamos, estamos vendiendo nuestro tiempo a cambio de dinero. Pero si logras acumular suficiente dinero, puedes dejar de vender tu tiempo o podrías vender menos tiempo que antes. O venderlo en un lugar donde disfrutes más el trabajo. Para eso es necesario ahorrar e invertir.
Ahorrar e invertir
Cada peso que ahorras e inviertes te da satisfacción. En primer lugar, hemos evolucionado para generar dopamina con el progreso hacia una meta. El avance es un deleite en sí mismo. Además, cuando avanzas en un área de tu vida, se crea un círculo virtuoso y tiendes a progresar en otras áreas de tu vida. El logro de ahorrar te hace sentir más capaz y esa sensación puede beneficiar tus relaciones sociales, tu trabajo y hasta tus pasatiempos.
En segundo lugar, el dinero acumulado te da una mayor sensación de control sobre tu vida. Aunque no te estés gastando ese dinero sí estás obteniendo algo a cambio de poseerlo: está comprando tranquilidad. Es como tener un seguro de vida, de emergencias o de accidentes y eventualidades, pero sin darle una prima a la aseguradora. Y cada vez que tu cerebro plantea escenarios peligrosos puedes asegurarle que al menos el dinero no será problema.
En Estados Unidos le llaman “Fuck you money” a una reserva de dinero que te permite subsistir en caso de que renuncies a tu empleo. Debes tener suficiente “Fuck you money” para sentir que puedes insultar a tu jefe e irte el día que se le pase la mano. Es dinero que conviertes en dignidad y libertad para trabajar bajo tus propios términos.
El dinero sirve para no preocuparse por él, pero si juegas bien tus cartas también puede servir para ayudar a otros a no preocuparse por él.
Donar
La generosidad es un arte. Dar sin pensar puede ser contraproducente para quien recibe, como expliqué en el artículo sobre la ayuda de oso. Pensemos por ejemplo en la estrategia de donar un par de tenis por cada compra, que acabó con la industria del calzado de varios asentamientos y creó más pobreza. Con resultados opuestos opera la asociación que se dedica a abrir pozos de agua en comunidades de África, mejorando directamente la calidad de vida de gente que previamente debía caminar por horas cargando cubetas.
Quien recibe la ayuda se beneficia, pero además dar se siente bien. Algunos beneficios para el donador son que aumenta la autoestima y la satisfacción con la vida, reduce el riesgo de depresión, mejora la salud física y alarga la vida. Dar se convierte, para muchas personas, en el sentido de la existencia.
Pero tus razones para donar tu tiempo o dinero son importantes. Para que sea benéfico debe ser voluntario y no generarte estrés. Esto significa que debes tener una situación financiera sólida para poder ayudar a los demás.
Y el primer requisito para tener una situación financiera sólida es no tener deudas.
Las deudas
Aquí no les voy a dar mi opinión, sino que detallaré los resultados de estudios psicológicos enfocados en la felicidad realizados por el doctor Brooks.
Él ha encontrado que si el progreso da una sensación de satisfacción, los retrocesos generan directamente infelicidad y emociones negativas.
La peor cosa que puedes hacer con tu dinero, porque no solo no te da satisfacción sino que para colmo reduce tu sensación de felicidad, es gastar dinero que no tienes. Es en especial nocivo endrogarte por placer y no por una emergencia o crisis.
Los dos errores en que cae mucha gente por no conocer la biología de la felicidad son creer que las deudas son formas perfectamente aceptables de comprar cosas, y creer que comprar cosas les dará felicidad.
Que con dinero prestado compres tiempo o experiencias, dones o inviertas elimina los efectos positivos que tendrías si usaras dinero propio. Además, pedir un préstamo para comprar cosas tiene un efecto doblemente negativo. En primer lugar, es con dinero que no te pertenece, por lo que representa un retroceso que genera emociones negativas. En segundo lugar, es para utilizarse en la peor categoría de uso del dinero, que es el consumo de bienes que dan un chispazo de dopamina de corta duración, sin beneficios en el mediano y largo plazo.
Hay una honrosa excepción en el estudio de los efectos psicológicos negativos de las deudas. Una hipoteca es el único tipo de préstamo que no reduce la felicidad, a menos que el monto sea demasiado alto.
En ocasiones, los cálculos matemáticos podrían hacerte creer que tener deudas es benéfico. Un préstamo al 10% de interés puede parecer aceptable si tus inversiones están dando 12%. Podrías pensar que conviene invertir el dinero que debes en lugar de pagar. Pero las deudas son una carga psicológica para la mayoría de las personas. Es más fácil conservar la tranquilidad y la libertad si no le debes nada a nadie. Tus decisiones financieras deben estar al servicio de tu bienestar, no al servicio de aumentar indiscriminadamente el monto de tu patrimonio.
Cuánto necesitas realmente
Al preguntar a los encuestados el monto de salario que necesitan para ser felices y no tener estrés, la gente menciona siempre un salario en promedio 40% mayor al que tienen en el momento, sin importar qué tan alto sea su salario cuando se les hace la pregunta.
Cuestiónate tú: ¿cuánto necesitas para no ser infeliz? Es decir, ¿cuánto necesitas para no preocuparte por dinero y para no tener que estar pensando en dinero todo el tiempo?
La respuesta siempre será más de lo que tienes ahora. Es un horizonte que se mueve conforme avanzas. Nunca lo lograrás. Siempre sientes que necesitas más.
Pero si vives con menos de lo que tienes, el horizonte deja de moverse y lo tienes a tu alcance. Te adaptas a un estilo de vida y ahorras el excedente sin importar cuántos ascensos o dinero extra llegue.
En conclusión
No es el dinero en sí, sino tus expectativas y deseos, lo que te hará sentir satisfecho o insatisfecho con tu situación financiera. La satisfacción con tu dinero es producto de una división: lo que tienes entre lo que deseas.
Vivir con menos de lo que ganas suena fácil, pero solo se logra cuando hay una estructura de apoyo debajo. Esa estructura es sencilla, pero no fácil. No tener deudas; pertenecer a un círculo social cuyos valores no se enfoquen en el consumo; vivir, trabajar y estudiar en entornos que no nos hagan sentir pobres ante una comparación; limitar la exposición a medios y redes sociales que nos muestren estilos de vida fuera de nuestro alcance; la práctica de actividades que nos proporcionen modos alternativos de estatus a través de la acción y la creación; y la creación de una estrategia financiera enfocada en comprar las experiencias, tiempo, tranquilidad y generosidad que deseamos.
Es sencillo, pero no es fácil. Si lo fuera, la gente “normal” estaría libre de deudas, satisfecha, tranquila y feliz. Pero casi el 80% de los mexicanos padecen estrés financiero. Ocuparte de tu vida financiera te dará muchos frutos, aunque al principio sudes la gota gorda. Es un poco como el ejercicio: ir al gimnasio es difícil, pero el resto de tu vida se facilita por la salud y fuerza física que obtienes. No ir al gimnasio es fácil, pero el resto de tu vida se complica con sobrepeso, depresión y enfermedades. Si haces cosas difíciles, tendrás una vida fácil. Si haces cosas fáciles, tendrás una vida difícil. Esa es la ley de la vida. No puedes escapar de las dificultades, solo puedes elegir a qué tipo de dificultades te enfrentarás.
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