El latino y su laberinto
Por Tomás Lujambio
En ciertos círculos literarios se cuenta la leyenda de un sociólogo, antropólogo y poeta de nombre Ismael Fierro, el cual tenía el objetivo casi mitológico de salir en busca de la verdadera esencia latinoamericana. Según lo que se cuenta sobre él, Ismael Fierro era uno de esos críticos que veían en el pasado una identidad perdida, una esencia que demandaba ser recuperada para resolver la crisis latinoamericana. Desde su perspectiva, ahí en los restos del pasado –en los mitos escondidos entre las grietas de ruinas prehispánicas– yacía la respuesta a todos nuestros problemas como continente. No solo eso, según Fierro, la corona española había enterrado nuestra esencia debajo de las ciudades que destruyeron, pero los latinoamericanos la escondieron entre sus cantos, mitos e ilustraciones.
Desafortunadamente, se dice que su obsesión por encontrar esta esencia latina lo llevó a perder la cabeza: su intención era tan grande que cualquier pieza que encontraba resultaba demasiado pequeña para la tarea a la que se le encomendaba. Es más, en su intento por recuperar la pieza perdida de la latinoamericanidad no logró percatarse que, en realidad, estaba armando un rompecabezas complejísimo en el cual no existían jerarquías. Desde su perspectiva, ese rompecabezas ambiguo y mitológico definía con extrema precisión “la raza cósmica” de la que tanto hablaba Vasconcelos, pero no todos coincidían con semejante afirmación.
Ahora bien, nadie –absolutamente nadie– tiene un registro físico que pruebe la existencia de Ismael Fierro. Es más, he tratado de seguir su huella por años enteros, pero nunca he encontrado ningún escrito que documente el valor de su misión, el objetivo de su pensamiento. Se dice que Monsiváis alguna vez habló sobre él, que Salvador Novo llegó a escribir un poema en su honor e, incluso, algunos susurros literarios afirman que fue amigo cercano de Vasconcelos. Sin embargo, todo lo que sé sobre Ismael Fierro me ha llegado de manera oral, nunca escrita: toda su estadía en el mundo está basada en conjeturas, en anécdotas y en recuerdos difusos. Nada lo aterriza a la tierra, todo se queda en el aire: su existencia es similar al de las ideas. https://ipstori.com/munchip/66