De diez en diez

Por David Jáuregui

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10. 1. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10. 2. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10. 3… Desde un auto, alguien ve a una bola de niños jugar a las escondidas. Quien cuenta ―con los ojos cerrados, por supuesto― recurre a un atajo que solo los más avezados conocen: contar del uno al diez repetidamente, en lugar del uno al N de corrido, como se supone que debería. Resulta más rápido pronunciar 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, en bloques de diez, que en una sola numeración ascendente interminable.

“Qué fácil es contar así”, piensa mientras extiende el último dedo. El niño repara pronto en el símil con otra triquiñuela suya, aunque esta escolar. Para ayudarse en sus cuentas y operaciones matemáticas, también recurre al ábaco de diez unidades que carga siempre consigo: sus manos. 

“Si tan solo las otras cosas que implican números fueran tan fáciles como contar para las escondidas”, se lamenta. El tiempo, por ejemplo, podría contarse en grupos de diez que facilitarían cómo pensamos los años. Sería mucho más eficiente acomodar nuestros números a partir de una referencia literalmente al alcance de las manos. Quizá piensa eso porque él mismo tiene diez años. 

Cumplió una década de existencia hace no mucho. Fue una celebración grande, hasta eso, a pesar de haberse llevado a cabo en una sala retacada por los muebles familiares y sus respectivos dueños. Por alguna razón, este festejo significó mucho más para los padres y abuelos (incluso para él mismo), que los nueve anteriores.    https://ipstori.com/munchip/22
 

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