Interdependencia

Por David Jáuregui

Ya me quiero dormir porque el bicho me despertará a las cinco, pero estos no se callan, piensa la niña en la cocina. Siente cómo su padre se cuelga de ella: sin decirlo, le suplica que no se vaya, que no quiere quedarse a solas con el tipo desgarbado. Ella, por su parte, se cuelga del gato. Cada que intenta bajarse de su regazo, lo detiene y vuelve a sentarlo, a cambio de ligeros masajes en la coronilla. El peludo ronronea contento. 

Todos esperan a la madre. Al parecer, un incidente con el otro hijo, el gemelo, la perturbó insondablemente, llevándola al grado de necesitar con urgencia vomitar el secreto. A pesar de la separación, el padre sigue siendo su bastión de confianza y llantos intempestivos, por lo que le pidió con un mensaje parco y un sticker gatuno que la recibiera lo más pronto posible. Ese momento resultó ser ahora, sin importar que un joven desgarbado habite el sofá, en calidad de protegido de la policía. La hija, nada tonta, saca ventaja de la situación: puede estar en su teléfono ―recientemente descubrió cómo perfeccionar su algoritmo musical― fuera de las horas permitidas. El uno depende de la otra, quien depende del otro, quien depende del primero. 

Tiene sueño, pero continúa escroleando y acariciando al bicho sobre su regazo. Sabe que una gran incomodidad llegará junto con su madre, así que solamente espera resignada. Los tarados mayores no han descubierto la obviedad de su fracaso: siguen ilusionados con que en algún momento hallarán qué salió mal, la semilla podrida que desembocó en su rompimiento; ignoran por completo que la respuesta es simple, ambos dependen de lo peor del otro. El uno pusilánime, la otra desaforada: mientras el padre compensa su intrínseco tedio con el caos existencial de la madre, en sentido inverso, ella lo utiliza como un almohadón de insipidez para aterrizar sus ansiedades. O en tiempo pasado, quién sabe, si no se han dejado por completo. https://ipstori.com/munchips/41

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